La visión de Xavier Ferràs:

3 razones para criticar el concepto “I+D+i”

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Poco a poco el término “I+D+i” comienza a escucharse y repetirse con más fuerza. La abreviatura de Investigación, Desarrollo e Innovación se abre paso como una receta para fomentar el crecimiento de una industria. Pero no todos concuerdan con su definición.

Para Xavier Ferras, consultor y experto en innovación, el concepto “I+D+i” es ridículo y está repleto de apriorismos, según indica en su blog. Sus motivos son los siguientes:

a) La “i” minúscula merece tanto (o más) respeto y consideración como la “I+D” en mayúscula. La “i” es la “innovación”, el concepto sobre el cual existe un amplio consenso en el mundo económico de ser la fuente principal de competitividad de las naciones, el motor fundamental de crecimiento económico de los países, la base de su bienestar social y de su nivel de vida. Y, sin embargo, en España (I+D+i es un término acuñado por la administración española), se escribe en minúscula frente a un “I+D” mayúsculo. ¡Craso error! Sin “i” (sin innovación”), la I+D no se consuma en prosperidad aunque la “i” subliminalmente se desprecia por ser un acto empresarial. Efectivamente, mientras la I+D suele asimilarse a la pureza investigadora, básicamente académica, la pequeña “i” sólo puede darse en entornos empresariales. La “i”, por definición, es la explotación con éxito del nuevo conocimiento (I+D) o nuevas ideas. Sin la “i”, la “I+D”, sea de naturaleza pública o privada, deja de tener correlación con la prosperidad de la sociedad u organización que la paga. El término “I+D+i” resume y plasma gráficamente la marginación ancestral que la innovación ha tenido en España. Que en parte, sigue teniendo. Y que explica buena parte de la crisis actual.

b) El concepto “I+D+i” transmite un modelo lineal de innovación, inexistente. El fenómeno de la innovación no es secuencial. No es cierto que alguien haga investigación básica, que esta investigación básica (I) se transforme en desarrollo experimental (D), y que finalmente alguien más lo aplique en la empresa (i). Esta secuencia no tiene las mismas coordenadas temporales ni espaciales. Hay investigación básica (mucha) que no se convierte en innovación. Hay innovación que no proviene de la I+D. Hay desarrollo (D) que no proviene de investigación básica (I). Y, por otro, lado, investigación básica realizada hoy en España puede convertirse en innovación dentro de 20 años en Hong-Kong. Inyectar recursos en investigación básica esperando que, por difusión, se conviertan en desarrollo experimental y finalmente en innovación empresarial en su entorno inmediato, como una mancha de aceite, no ha funcionado en ningún lugar del mundo. Y menos, ahora, que la ciencia está totalmente globalizada y la innovación se da en entornos abiertos. La innovación tecnológica (existen otros tipos de innovación) es un fenómeno complejo, de tensión dinámica entre las necesidades (arrastre) del mercado, y las oportunidades (empuje) que genera la tecnología. Para que aflore en un territorio determinado, precisa de condiciones de contorno: presiones (de mercado, rivalidad local, competencia…), incentivos (públicos y privados) y capacidades (talento, infraestructuras, tradición industrial, emprendedores, cultura de excelencia), y estabilidad política para mantener dichas condiciones en el largo plazo.

c) La “fórmula” es incorrecta. No tiene sentido sumar los conceptos “I+D+i”. En todo caso, la I+D es una parte de la “i”. La innovación (tecnológica) en un contexto empresarial es I+D+O (organización) + E (estrategia) + M (márketing), como mínimo.

Para Ferràs, la “I+D+i” es un concepto inspirado en un modelo trasnochado (el modelo lineal de la innovación), incorrecto conceptualmente y que plasma de forma plástica y explícita la poca consideración que la innovación (el motor formidable de la competitividad) ha tenido en países como España.

A su juicio, es necesario comenzar a cambiar el concepto. Es momento de hablar de “I” mayúscula, y situar de una vez a la innovación en el centro de las estrategias de salida de la crisis.

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