La innovación, las creación de Pymes, el emprendimiento y el capital de riesgo, son los ingredientes clave en la creación de economías basadas en el conocimiento; prueba de ello es cómo el éxito de Silicon Valley, que ha sido replicado en Francia, Alemania, Japón y otros más. A su vez, economías de países pequeños como Israel, Irlanda, Corea del Sur, Taiwán y Singapur, con poca demanda doméstica por tecnología, han desarrollado enfoques únicos para crear conocimiento de exportación. 

Los resultados de lo anterior han sido excelentes. Actualmente, en los países emergentes –entre ellos varios de América Latina– se está dedicando mucha energía a replicar las estrategias que permitieron la creación de ecosistemas de innovación en estos países.

El problema, dice el autor –presidente de la empresa rusa de capital de riesgo Innovative Ventures Inc.– es que esas inversiones apuntan demasiado alto, al descubrimiento de tecnologías revolucionarias que pueden resolver problemas globales y generar riquezas enormes. Su experiencia en su país y en otros continentes, le dice que un ecosistema de innovación debe partir con tecnologías que resuelvan necesidades locales, como lo hicieron en su momento el sector energético israelí y el tecnológico en Estonia.

Para ello, recomienda un plan de avance para que los gobiernos puedan fomentar un saludable flujo de proyectos de inversiones, el que cubre aspectos como la elaboración y presentación de los proyectos, el testeo de las tecnologías y la protección de la propiedad intelectual, entre otros. Con un involucramiento inteligente de las multinacionales en el proceso, se puede escalar una tecnología útil y crear a partir de ella todo un nuevo sector económico, el que a su vez puede ayudar a que los países emergentes se acerquen a la mesa de los países más avanzados en la economía del conocimiento.