Está ampliamente demostrado que el desarrollo de una nación depende, en gran medida, de sus capacidades técnicas. Ya no bastan, como sabemos, la tenencia de recursos naturales y de capital; tampoco es suficiente el factor trabajo, si es que este no se acompaña de una elevada productividad materializada a través del conocimiento.
No es difícil advertir que en una economía basada en el conocimiento, la universidad –gracias al trabajo de sus científicos, ingenieros y técnicos-, es una fuente natural de saber que irradia al resto de la sociedad.