Mitos y oportunidades para el año de la innovación

Derribar ambos mitos es sólo la puerta de entrada para realizar un cambio profundo en nuestra cultura. Un cambio efectivo requiere del compromiso de las empresas con la innovación.

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El gobierno ha declarado a 2013 como el Año de la Innovación. Según las autoridades, se busca impulsar un cambio cultural que acerque este concepto a la ciudadanía, incentivando a personas y empresas a generar iniciativas desde enfoques innovadores. Lo anterior exige un cambio radical en los comportamientos de personas, empresas e instituciones públicas. Para que esto suceda, debemos despejar algunos mitos sobre lo que es la innovación y que hacen que sea vista como un fenómeno distante a la realidad.

El primer mito es que la innovación se limita al desarrollo tecnológico y que su promoción se basa principalmente en el gasto en I+D. Las innovaciones son ideas creativas que generan valor al ser implementadas. Su abanico es mucho más amplio que lo que ofrece la transferencia tecnológica. Un ejemplo de esto son las innovaciones de gestión, como el balance scorecard o la metodología canvas. Estas son innovaciones que poco o nada tienen que ver con tecnología y, sin embargo, han revolucionado organizaciones y mercados. Si queremos convocar a los distintos actores de nuestra economía, debemos transmitir un discurso amplio, capaz de integrar los distintos tipos de innovaciones posibles, sean éstas tecnológicas u organizacionales, de mejora continua o disruptivas, de procesos o productos. El mensaje central es que todos podemos innovar.

Un segundo mito es que la creatividad -fuente última de todo proceso de innovación- es un don natural reservado a personas brillantes; y al ser un rasgo extraordinario, no se puede promover ni gestionar. Nada más equivocado. La creatividad supone un conjunto de habilidades (imaginación, pensamiento divergente, tolerancia a la diversidad, entre otras) que pueden ser desarrolladas por cualquier persona, sin importar sexo, edad ni jerarquías. En Google, por ejemplo, compararon las ideas propuestas en distintos niveles, descubriendo que la tasa de éxito de éstas era mayor en los profesionales de nivel medio y no en los ejecutivos senior. Y es que en el trabajo cotidiano se acumula un saber práctico (know how) donde se identifica un sinnúmero de oportunidades para las empresas. La clave está en desarrollar las habilidades personales y los contextos organizacionales que permitan a los trabajadores explorar oportunidades, generar ideas, promover proyectos e implementarlos de forma eficiente en la empresa.

Derribar ambos mitos es sólo la puerta de entrada para realizar un cambio profundo en nuestra cultura. Un cambio efectivo requiere del compromiso de las empresas con la innovación. En el plano cultural, las empresas deben ser capaces de promover valores y prácticas que fomenten la creatividad de sus empleados. A pocos meses de comenzar el Año de la Innovación, el desafío de la creatividad en las culturas corporativas aparece ineludible para quienes quieran innovar de forma sistemática.

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