Recuerdo hace no muchos años el correr a mi casa a prender el televisor para ver el último capítulo de la teleserie del momento. Ritual nacional que todos compartíamos al mismo tiempo, fueras quien fueras, tuvieras lo que tuvieras en tu agenda para esa noche, daba lo mismo, tenías que cambiar todo para estar ahí. Una época cuando el mundo se paralizaba al unísono por la televisión.

Todo esto está gradual e imperceptiblemente cambiando. Hace unos años tenemos ya los llamados TIVOs, esos aparatos que permiten grabar los contenidos y saltarse la publicidad. Grandes dolores de cabeza para los canales y sus anunciantes que se tradujo en normativas tan ridículas como que no puedes saltarte los comerciales, sino, que sólo puedes adelantarlos (es por definición y no por impedimento técnico que esto funciona así). Luego llegó Netflix, una empresa que comenzó siendo un videoclub vía correo, y que hoy es uno de los proveedores más grandes de contenidos audiovisuales en formato digital. Si no han escuchado de Netflix, habrán escuchado que Blockbuster se declaró en quiebra hace unos meses. Bueno, el causante fue Netflix (y que Blockbuster no supo innovar y evolucionar en su modelo de negocios). También tenemos a Hulu y Hulu Premium, proyecto de relativo éxito que pone a los canales de vuelta en la pelea de la distribución. Mismo caso con el proyecto Canvas, ahora conocido como Youview, donde los canales Ingleses prometen distribuir su contenido vía internet a los televisores, lo que se conoce como televisión IP.