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Innovación, energía y desarrollo

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Juan Emilio Cheyre

Director fundador del Centro de Estudios Internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Se desempeñó como comandante en jefe del Ejército entre 2002 y 2006. Posee los grados académicos de Doctor en Ciencia Política y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid; Magister en Planificación y Gestión Estratégica por la Academia de Guerra del Ejército; y Magíster en Ciencia Política con mención en RR.II. de la PUC.

Existe consenso en Chile en dos temas fundamentales y vinculantes. El primero es nuestro deseo como sociedad -transformado en objetivo de gobierno-, de alcanzar la ansiada meta de convertirnos en un país desarrollado en la próxima década. Lo segundo, y directamente vinculado a lo anterior, es asumir que lograrlo significa avanzar significativamente en áreas prioritarias donde no hay dudas de que la educación y la innovación constituyen imperativos.

Una afirmación tan simple es de la mayor importancia, a fin de no perderse en lo secundario para apuntar toda nuestra energía, creatividad y esfuerzo hacia el logro de aquellos objetivos donde se fundamenta la aspiración ya citada de alcanzar el desarrollo pleno, lo que más que una meta cualquiera, a mi juicio, lleva implícito el logro de objetivos vitales tales como; vencer la pobreza, terminar con la inequidad, alcanzar por toda nuestra población niveles de dignidad, y en el fondo generar una sociedad más feliz donde cada uno de los chilenos nos sintamos miembros de una comunidad que nos apoya en la satisfacción de nuestras necesidades, nos brinda seguridad, permitiendo la realización individual y colectiva.

Por lo expuesto, innovar resulta fundamental para alcanzar la meta a la que aspiramos y que el gobierno del Presidente Piñera ha transformado en un objetivo de carácter nacional. Sin embargo, la tarea no es fácil, solo a modo de referencia para mostrar que el camino por recorrer es muy largo y diverso, cabe mencionar que Chile solo produjo 31 patentes el último año, mientras que países como Alemania, Estados Unidos y Japón produjeron más de 20.000, inclusive países de desarrollo más reciente como Corea del Sur y Finlandia produjeron más de mil. Estas cifras constituyen una radiografía a la innovación, en donde nuestra comparación con la OCDE, es abismantemente deficitaria. Cabe mencionar que México, el otro país de América Latina que pertenece al organismo, produjo 50 patentes.

Además de la brecha reseñada, al analizar nuestro gasto en investigación y desarrollo, vemos que Chile destina solo el 0,7% del PIB, comparándolo con la OCDE, Australia, el 1,78%, Estados Unidos el 2,7%, Alemania el 2,53%, Corea del Sur un 3,5% y regionalmente Brasil el 1,1%.

He querido destacar estas cifras por una parte para mostrar la necesidad imperiosa de abordar la innovación y por otra, revelar la realidad de que Chile no se destaca por tener una vocación de dar a este tema la prioridad que requiere.

Partiendo de esa base, quiero compartir dos ideas que me parecen fundamentales, ya que romper una situación de la naturaleza descrita requiere una estrategia que focalice en puntos muy concretos materias que deben ser abordadas por el sector público o privado.

La primera es obvia y se refiere a la obligación del Estado, de las autoridades políticas, de los centros de pensamiento, para generar políticas públicas que reviertan las cifras descritas. De no existir éstas, la situación se mantendrá estable o mejorará levemente, lo cual incidirá en que el objetivo a cumplir será imposible.

Como integrantes de la sociedad, cada uno de los chilenos, en el ámbito específico donde desarrolla su actuar, deberíamos asumir un rol más protagónico en lograr el cometido descrito en tal sentido el solo actuar del Estado es insuficiente. Sin duda la responsabilidad del gobierno es intransferible, pero un parlamento que brinde la urgencia, importancia, y apoyo a iniciativas de este tipo, resulta fundamental. Ambas tareas no excluyen a los centros de pensamiento, tampoco a los generadores de opinión y menos a la comunidad científica que debe apoyar con ideas concretas, proyectos que sean atractivos, viables y conducentes al fin deseado.

Adicionalmente propongo marcar centros de gravedad para el desarrollo de la innovación. Llamo a no confundirse pensando en que mi propuesta privilegia algunas ideas de innovación para excluir a otras, ya que procesos de esta naturaleza no deben tener fronteras fijas y predeterminadas. Sin embargo, lo que requieren es tener clara conciencia para centrar el esfuerzo en creatividad, recursos, iniciativas y apoyos.

En tal sentido, estimo que la meta de alcanzar el pleno desarrollo tiene una variable fundamental, que la sintetizo en la competitividad, donde Chile se encuentra en una etapa de transición entre un país movido por la eficiencia y uno movido por la innovación.

La variable de competitividad sin duda se vincula con muchos aspectos, pero la eficiencia energética y lograr una matriz diversificada que dé satisfacción a la demanda a un precio adecuado constituye, a mi juicio, el componente más importante para que el motor de nuestro crecimiento funcione a toda marcha.

Resumo mi planteamiento. Si deseamos alcanzar el desarrollo, debemos dar un salto espectacular en materias de innovación. Hacerlo exige políticas públicas que sólo se lograrán a través de un Estado que las formule, desarrolle e implemente y una comunidad que apoye, demande y comprenda su importancia. Adicionalmente, focalizar iniciativas y recursos lleva a pensar que ellos deberían orientarse prioritariamente a la variable “competitividad”, y dentro de esta, el tema de energía pareciera de crucial importancia.

Fecha : 
2 febrero, 2011