Cada cierto tiempo se levanta en nuestro medio el debate acerca del tipo de investigación en el que debemos centrar nuestros esfuerzos y concentrar los recursos nacionales: si la investigación es la llamada “básica” o aquella de carácter “aplicado”. Parafraseando a un gran científico “básico” chileno, diremos que hay dos tipos de investigación: la investigación aplicada y… la que se va a aplicar más tarde. Solo es cuestión de tiempo. Nosotros apoyamos las dos.
La tarea fundamental de
Conicyt es -junto con la formación profesional de alto nivel- el apoyo a todas las posibles expresiones de la investigación científica y del desarrollo tecnológico que tengan lugar en el país, atendiendo primordialmente a la calidad de dichas iniciativas y a su coherencia con la Estrategia Nacional de Innovación. De este modo,
Conicyt ha desplegado en los últimos años un esfuerzo persistente y creciente por impulsar la Investigación y Desarrollo (
I+D) en Chile, con el convencimiento de que esta es una vía privilegiada para sustentar tanto los necesarios incrementos de nuestra competitividad como mejores niveles de vida para nuestra gente.
El gasto en
I+D en relación al PIB de una economía es el indicador que suele utilizarse para establecer el nivel innovativo de esa economía. Sin embargo, este es un indicador que hay que leer con cuidado. Por una parte, el indicador del que disponemos en Chile tiene un retraso de varios años, por lo que no recoge los importantes cambios que se han registrado en los últimos años en materia de inversión -sobre todo pública, hay que decirlo- en
I+D.
Otro elemento a considerar respecto de este indicador es que el gasto en
I+D no es igualmente relevante para cualquier modelo de desarrollo. Esto es aplicable tanto a nivel micro (empresas) como a nivel muy agregado (países). Hay economías cuyo modelo de desarrollo está fuertemente basado en innovaciones tecnológicas de frontera, normalmente de productos, que requieren un elevado dinamismo en su investigación científica y en el rápido desarrollo de productos nuevos para el mercado mundial.
Es el caso, por ejemplo, de Japón y Finlandia. Hay otros en los que parte importante de la innovación productiva no está directa ni inmediatamente basada en esfuerzos de investigación y desarrollo, o bien la
I+D es un insumo más en la sustentación de esas iniciativas de innovación. Es el caso de Chile. Esta es una de las razones por las cuales debemos ser selectivos al momento de escoger los ámbitos en los que desarrollamos nuestras actividades de
I+D.
De acuerdo a lo ya dicho, no toda innovación requiere como condición previa una actividad de
I+D. Pero tan cierto como lo anterior es que las innovaciones que involucran procesos de
I+D y son el producto de estos procesos suelen ser las que modifican más radicalmente las prácticas productivas y comerciales y son, por lejos, las que generan los mayores impactos económicos y sociales.
Adicionalmente, la estrategia de desarrollo que ha seguido nuestro país desde hace varias décadas se basa principalmente en nuestra diversa y abundante dotación de recursos naturales, tanto mineros como agropecuarios y acuícolas. La Estrategia Nacional de Innovación ha asumido una cierta continuidad de esta opción, acentuando fuertemente la necesidad de agregar valor a aquello que extraemos de la tierra y el mar. Esto implica colocar una importante proporción de nuestros esfuerzos en actividades de investigación científica y de desarrollo tecnológico centradas en nuestros recursos naturales. Y eso nadie lo hará por nosotros.