
Director Ejecutivo desde 2006 de Endeavor Chile. Su experiencia le ha permitido dirigir asesorías de diseño de programas, evaluación de impacto y mejoras de gestión para proyectos de ciencia, tecnología, innovación y emprendimiento en Chile, Ecuador, Uruguay, Perú, Paraguay, Venezuela, Nicaragua, Panamá, Bolivia y Suriname. En paralelo a las actividades de consultoría fue coordinador de estrategia del Programa Bicentenario de Ciencia y Tecnología del Banco Mundial para Chile; fundador y director de Octantis -la incubadora de nuevos negocios innovadores de la Universidad Adolfo Ibáñez-; y miembro del consejo directivo del Programa de Doctorado en Biotecnología de la Universidad de Santiago de Chile.
Emprendedores que logran crecer a tasas mayores al 20% sistemáticamente son considerados “gacelas”. Crean empleos de calidad, estables y pagan hasta 10 veces el promedio de sus industrias.
En países desarrollados estas empresas “nuevas” crean el 50% de los empleos y el 80% de las innovaciones, siendo el motor de las economías. Y lo interesante es que las crisis han sido históricamente un buen sustrato para la irrupción de grandes turbinas económicas como Microsoft, Google o Facebook, trío ícono de las empresas gacela. En Chile se consideran empresas “grandes” a las que venden más de 3 millones de dólares.
Según un estudio del 2008 (La Dinámica Empresarial en Chile) de Benavente, sólo 581 del casi medio millón de microempresas -que había en 1999- lograron llegar a ser “grandes”. Y de las empresas creadas después del 99, apenas el 0,5% llegó a ser grande (si no consideramos servicios financieros y minería este indicador baja dramáticamente). Estas nuevas empresas requieren ser pensadas y estructuradas en forma global y deben ser escalables, innovadoras y dinámicas.
El ecosistema de emprendimiento nacional se ha ido sofisticando progresivamente, especialmente con el respaldo de CORFO en la cadena de financiamiento (semilla, ángel y riesgo), pero aún faltan eslabones fundamentales a nivel regulatorio, educacional y cultural. ¡Necesitamos velocidad! Las gacelas tienen que moverse rápido y aprovechar las ventanas de oportunidad. No podemos seguir con estructuras complejas y difusas en la banca, sistema de subsidios y controles. No sólo deberíamos llegar a estándares internacionales en tiempos de apertura de empresas. Requerimos ser verdaderamente agresivos para que los inversionistas tengan la motivación para embarcarse. Se hace indispensable un mecanismo tributario que premie a los que invierten en emprendimientos dinámicos.
En países como Inglaterra, los ángeles reciben un subsidio directo y un incentivo tributario por casi el 60% de los recursos que aportan. Y en educación y cultura, aunque los cambios son lentos, habría que partir en algún momento para que las nuevas generaciones no fueran adversas al riesgo, castigadoras del fracaso y poco apoyadoras a los que tienen la valentía de iniciar un nuevo proyecto.
Necesitamos jóvenes con capital y habilidades sociales, que escuchen, con iniciativa, empáticos, bilingües y con hambre de concretar iniciativas de alto impacto. La vuelta de tuerca está en que no basta con “enseñar a pescar”, necesitamos crear, en forma recurrente, nuevas “flotas de buques pesqueros” que se lancen a competir al mundo, en forma sustentable con el medio ambiente, elemento que está en el ADN de los emprendedores dinámicos.
La innovación y el emprendimiento es una bandera real y disponible para que las gacelas lideren el vuelo en momentos de crisis y se consoliden como un modelo de crecimiento robusto para Chile.