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Un eje central para la innovación en Chile

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Juan Emilio Cheyre

Director fundador del Centro de Estudios Internacionales de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Se desempeñó como comandante en jefe del Ejército entre 2002 y 2006. Posee los grados académicos de Doctor en Ciencia Política y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid; Magister en Planificación y Gestión Estratégica por la Academia de Guerra del Ejército; y Magíster en Ciencia Política con mención en RR.II. de la PUC.

Chile está apostando a alcanzar la meta de país desarrollado y lo requiere con urgencia. Hoy el país exhibe índices alentadores 3,5% de analfabetos en comparación con el 11,15 de Brasil o el 9,5% de América Latina y el Caribe o una tasa de mortalidad materna por 100000 habitantes de 16 no comparables con la de 110 de Brasil , el 57 de Venezuela o el 45 de Cuba. Sin embargo, hay otras cifras que reflejan la imperiosa necesidad de lograr un crecimiento alto y sostenido que permitan solucionar carencias como la que indica por ejemplo la tasa de crecimiento en la actividad económica por ambos sexos que en el año 2000 era de 55,8% de la población sobre 15 años y que en 2010 había alcanzado un 58,3% o la tasa anual de desempleo que en 2000 era de 9,7 y el 2009 de 9,8 (cifras en informe anuario Cepal “Estadísticas Sociales” 2009) .


Nuestro país es líder en la región en muchas variables, pero no hemos logrado saltar a niveles de Estados como Portugal y estamos muy lejanos a Finlandia o Nueva Zelandia.

Hace varios años estamos estancados en el crecimiento y la productividad, lo que nos ha impedido alcanzar la cima del desarrollo que, aunque podemos verla, no logramos conquistarla. Si alcanzáramos ese objetivo, solucionaríamos viejos problemas como la pobreza, vivienda,  inequidad, sueldo ético, aumento de la justicia y seguridad todo lo cual redundaría en una sociedad más justa y como tal cohesionada.
La pregunta es. ¿Cómo hacerlo y cómo puede comprometerse especialmente la generación joven, para provocar el empuje que requiere una tarea como la que debemos asumir?

Chile ha apostado con éxito a un modelo de inserción al mundo fuerte en exportaciones. Sólo mencionemos que en el 2000 el comercio exterior en US miles de millones era de 19,2 en exportaciones y 17,1 de importaciones; en 2008 las exportaciones se alzaban a 66,5 y las importaciones a 57,6. Sin embargo, no ha sido suficiente para caminar la ruta que aún nos falta. Hacerlo implica mantener todo lo positivo pero al mismo tiempo incorporar formas nuevas que aporten allí donde tenemos oportunidades que no se han implementado.

Ese es el espacio para los innovadores, es decir, quienes descubren, al igual que los mineros, una veta nueva y desarrollan la explotación de ese recurso que otros no habían visualizado. Hay diferencias entre los emprendedores y los innovadores. Ambos son caminos válidos, interesantes y contribuyentes al objetivo que he planteado. El emprendedor puede replicar algo existente y ello produce importantes logros. En cambio el innovador está llamado a crear y requiere descubrir algo que hasta ese momento no se ha visualizado. Sin duda, no son actividades excluyentes una de otra incluso la unión innovador-emprendedor es muy potente.

Innovar implica situarse en la sociedad del conocimiento allí apuntan los programas de doctorado y la actividad de investigación. Cruzar esa frontera requiere darse cuenta que el mundo ha cambiado y encontrar en esos nuevos espacios acciones y áreas donde apuntar la creatividad del innovador para descubrir nuevos caminos.

Nuestras exportaciones son minería, madera, agricultura y está muy bien. Sin embargo hoy la riqueza la generan los servicios, donde están por ejemplo quienes crean programas de computación, los que generan productos biotecnológicos, también los agricultores, que no solamente exportan productos agrícolas, sino que crean nuevas semillas o de ellos obtienen fármacos. Los innovadores son  aquellos que  están a la punta de la investigación tecnológica, o los que abren espacios a mecanismos financieros que captan para el país recursos que estaban en otras economías con leyes concebidas para dar estabilidad y medidas orientadas a eliminar trabas a quienes necesitan iniciar actividades nuevas. En el fondo producen y exportan inteligencia o importan mano de obra y capitales que aquí en Chile utilizan los productos de su creatividad y talento.

En ese tipo de producto estamos débiles y una muestra la indica el Profesor Hernández en su disertación en Harvard. Establece que “en 1985 México, Brasil, Argentina y Corea generaban más o menos el mismo número de patentes anuales en EE UU”. Las patentes son un indicador vital para medir conocimiento protegido y que podrá venderse pero en Chile y América Latina estamos rezagados. Mientras Corea entre 1985 y 1998 aumentó de 50 a 3400 patentes en el caso de México, Brasil y Argentina se duplicó llegando en cada país a 100. Se observa una brecha clarísima y una capacidad que abre un abismo en la velocidad y profundidad para crear e innovar.

Eses es un eje para el gran desafío de los innovadores en Chile. Apuntar a ese tipo de actividad es lo que hoy genera riqueza, crecimiento y desarrollo. Hay que entrar al nuevo idioma y a los nichos alejados de lo tradicional como la biotecnología y otros campos del saber.

Hacerlo implica entender y conocer el mundo, detectar las tendencias y adquirir las nuevas capacidades que permiten abrir la mente, desarrollar la ciencia a través de un proceso educativo alejado de aquel tradicional que sirvió para avanzar el camino recorrido pero que es insuficiente para detectar la huella y transitar por las nuevas rutas que nos lleven al desarrollo propio del país al que aspiramos. Hacerlo permitirá lograrlo, eludirlo o equivocarse nos hará avanzar a un ritmo que en el fondo implica estancarse.
 

Fecha : 
10 junio, 2010