III. RESULTADOS AGREGADOS MAS RELEVANTES

La encuesta permitió constatar un nivel de declaración de cumplimiento   ‘sorprendentemente elevado’ de estándares tradicionales de calidad: más del 90% de los establecimientos declara llevar a cabo alguna práctica de calidad en el producto final, mientras los porcentajes caen -aunque sólo marginalmente- al nivel de insumos y procesos. Sin embargo, el nivel de cumplimiento decrece fuertemente -a tasas cercanas al 50 por ciento- cuando se indaga sobre prácticas de calidad total, tanto en el nivel incipiente como maduro (Cuadro 1).

Otro aspecto relevante son los obstáculos existentes en la empresa para implementar sistemas de calidad. A este respecto, una lectura solamente de las mayores frecuencias correspondientes a los niveles ‘alto’ y ‘muy alto’ , permite concluir que los factores ‘retorno económico insuficiente’ y ‘falta de recursos humanos calificados’ aparecen afectando en forma muy importante a casi el 50% de las empresas. Le sigue, aunque más lejos, la falta de financiamiento (Cuadro 2).

La evidencia empírica señala que las prácticas de calidad debieran verse reflejadas en la existencia de una cierta infraestructura de calidad. En consecuencia, se incorporó en la encuesta una pregunta específica sobre la materia. En general, alrededor del 60% de las empresas certifica la calidad de sus productos y/o tiene un departamento o unidad de control de calidad interno. Pero esta infraestructura no se ve reflejada en -y es un tanto autónoma de- la participación sistemática  de los trabajadores, pues este tipo de prácticas es realizada en menos del 40% de las empresas encuestadas (Cuadro3).

Respecto de las innovaciones efectuadas a nivel de la gestión de los procesos productivos -y tomando como referencia las dos mayores intensidades arrojadas por la encuesta-, los factores más frecuentemente citados fueron  ‘informatización de los procesos productivos’ y ‘modificación de los métodos  de manejo de inventarios’, ambos con niveles superiores al 70 por ciento de las respuestas. La innovación de más baja frecuencia fue ‘modificaciones en los sistemas de distribución’ (Cuadro 4)

Además de la existencia de innovaciones en la gestión de los procesos productivos, la encuesta expresa la necesidad de impulsar cambios significativos en las prácticas de las empresas respecto de la organización del trabajo.
En relación a qué tipo de nuevas prácticas productivas se han introducido y cuáles han sido los cambios que ellas han provocado en la organización del trabajo, la mayor frecuencia corresponde a aquéllos relacionados con la adquisición de tecnología en el exterior del establecimiento. En efecto, más del 55% de los establecimientos le asigna la mayor importancia a la ‘incorporación de maquinaria y equipo’. Sin embargo, en el segundo lugar de importancia figura la ‘constitución de grupos de trabajo’ (43%). Una frecuencia igualmente elevada corresponde a la ‘ampliación de tareas’ (38%), factor situado por encima del ‘enriquecimiento de tareas’ (27%) (Cuadro 5). 

En el plano de los recursos humanos, la encuesta permite apreciar que la política prioritaria a nivel de las empresas industriales no ha sido la capacitación, sino la introducción de sistemas y procedimientos destinados a mejorar la seguridad industrial en el establecimiento (las dos frecuencias más altas concentran el 58% de las empresas). 
Le sigue en importancia la política de incorporación de mecanismos de incentivos y recompensas (45%). Sólo en un tercer lugar aparecen las políticas de capacitación, en cuyo interior adquieren mayor relevancia las acciones de capacitación del personal de supervisión (38%) por sobre las de entrenamiento de operarios (34%). 
Los resultados de estas políticas se ven reflejados en los cambios en las condiciones de trabajo ocurridos al interior de los establecimientos industriales: como consecuencia de las medidas de mayor seguridad asociadas a dichas políticas, más del 70% de las empresas declaró una importante reducción de la tasa de accidentes de trabajo y casi un 44% de ellas declaró mejoras en las relaciones laborales tanto  verticales como horizontales (Cuadro 6).

La encuesta sugiere que existe en el sector manufacturero nacional un desarrollo ‘incipiente’ en materia de utilización de normas y reglamentos. En efecto, el 51% de las empresas manifestó aplicar algún tipo de estándar voluntario propio. Pero este porcentaje cae al 34% cuando se refiere a normas obligatorias. El cumplimiento en el país de normas internacionales es aún menor, pues su acatamiento baja al 22% en el caso de las normas voluntarias y sólo al 13% en el caso de las obligatorias. Otro tanto ocurre con las normas sectoriales, cuya aplicación -pese a que éstas podrían constituir el germen para una nueva normativa nacional en el ámbito sectorial- es de apenas un 15 por ciento (Cuadro 7).

Dado el contexto anterior, resulta significativo el elevado grado de aceptación arrojado en la encuesta respecto de las normas ambientales: en el 95% de las empresas, éstas fueron percibidas como de una importancia alta a muy alta. Le siguen, en orden de relevancia, el cumplimento de las normas de productos, de seguridad e higiene y, finalmente, de procesos productivos (Cuadro 8).

En lo referente a las mejores políticas para la promoción de la normalización en los establecimientos industriales, un 60% de los establecimientos industriales chilenos atribuye a la información una importancia alta a muy alta, y un 63%, al factor de entrenamiento. En cambio, los problemas relacionados con el financiamiento adquieren una importancia más bien secundaria (financiamiento bancario, 40%; incentivos fiscales, 28%). Los problemas de falta de cooperación en el sector también adquieren una relevancia intermedia, equivalente al 34% de los casos (Cuadro 9).
La evaluación de los establecimientos sobre la importancia de las diversas políticas públicas en materias  de gestión productiva y calidad, revela que las mejor percibidas son la difusión de normas vigentes nacionales y extranjeras (61%), generación de nuevas normas (52%), regulación del sistema de calidad (44%) y la generación de indicadores de productividad (43%). Las otras opciones mantienen preferencias menores al 40 por ciento (Cuadro 10).
Respecto de la inversión en gestión productiva, calidad y capacitación, la encuesta reveló un crecimiento relativamente mayor de las inversiones en capacitación respecto de las efectuadas en gestión y calidad. Así, las primeras aumentaron en un 9.5% y las segundas en 8.3%, entre 1995 y 1996. La inversión en gestión y calidad representó el 3,8% de las ventas de los establecimientos industriales de nuestro país durante 1995 -contra el 4,05% en 1996-, mientras los gastos de capacitación equivalieron al 1,05% y 1.15% de las ventas en 1995 y 1996, respectivamente.  
La gran mayoría de las empresas (sobre el 90% de los establecimientos) financia este gasto con recursos propios, lo cual claramente sesga el desempeño innovador hacia las empresas ‘históricamente más sólidas y de mayor tamaño’. La segunda fuente de financiamiento es la de origen bancario (casi un 5% del total), con una expansión del 2,3% en los años analizados. También el financiamiento público revela un crecimiento a ritmos significativamente menores (Cuadro 11)