OPINION
 
Elogio a la Aventura

Eugenio Tironi
sociólogo

Hace pocas semanas, el equipo de andinistas chilenos encabezado por Rodrigo Jordán y Cristián García-Huidobro, el mismo que había escalado el monte Everest por su ruta más fácil, alcanzó la cima de la montaña más inexpugnable del mundo: el K2. Esta hazaña debiera servir para revivir lo que Juan Sebastián Montes (quien fuera parte de la expedición al Everest) llamara el sentido de la aventura, esto es, la experiencia de desplazar la frontera de lo posible, de lo conocido.

Todas las grandes aventuras -señala Montes- están marcadas por el signo de la pasión, porque el aventurero es aquel que se entrega a un sueño. La aventura equivale a un viaje, a un movimiento, una partida hacia algo distante, (...) hacia una región remota. Ella siempre se presenta rodeada por la incertidumbre. El verdadero aventurero no puede esperar un trinfo fácil: para poder correr los límites y enriquecer el mundo de la vida, el aventurero debe asumir riesgos.

Tengo la impresión de que, en nuestros días, hemos reprimido esa pasión por la aventura y, junto con ello, el gusto por el juego y por la innovación.

Que estamos dejando extremadamente poco espacio a todo aquello cuya utilidad aún no acertamos a descubrir. Sólo vale aquello que está sobre cargado de sentidos y significados; sólo sirve aquello que presta una utilidad inmediata. Nos ha venido una suerte de culto por la seriedad, por el pragmatismo, por el negocio, y una resistencia incontrolable hacia el juego, hacia el placer, hacia el ocio. Hacia la aventura.

Esto es preocupante, pues el clima de urgente solemnidad imperante puede terminar por agotar la creatividad y la capacidad de innovación de los chilenos, lo cual es grave ya que, como es sabido, la creatividad y la capacidad de innovación -las cuales, se afirma, son la base del éxito de las economías y naciones modernas- sólo se desarrollan en sociedades que saben guardar un espacio para lo inútil.

La seriedad y cautela que nos dominan son probablemente efectos inevitables de una historia que aún nos pesa, que pecó quizás de exceso de imaginación o, si se prefiere, de un exceso de ideología. Tienen que ver también con el hecho de que, en los años recién pasados de la llamada transición, la reconstrucción del orden y de los equilibrios llegó a convertirse en una verdadera aventura. Y cuando el orden es la principal obsesión colectiva, el espacio que queda para la creación y la innovación es necesariamente estrecho.

Pero esa etapa de Chile llegó a su fin. Hoy se vive una situación de evidente normalidad. Los consensos básicos en materia económica y política parecen sólidos; las referencias al futuro se superponen por fin a las referencias al pasado; la confianza empieza a predominar sobre el miedo; la expresión de la diversidad y, todavía más, los signos de conflicto, ya no parecen poner en riesgo la anhelada unidad; se comienza aceptar que la seguridad no excluye la innovación; el orden, en fin, aprende poco a poco a convivir -no sin problemas, por cierto- con la libertad para discrepar, para inventar, para crear.

Es de esperar que la normalidad alcanzada permita que las energías que antes se consumían en el conflicto político, en la construcción de consensos institucionales o en la edificación de los equilibrios macroeconómicos, se concentren ahora en la creación y la producción en todos los planos, desde el económico al artístico que, al final, se parecen más de lo que corrientemente se reconoce.

En esta nueva etapa, puede ser hora de recuperar -con el ejemplo de nuestros compatriotas escaladores del Everest y del K2- el sentido de la aventura. Un momento fértil para poner de relieve el valor de lo fútil.

Un período apto para atrevernos a sentir nuevamente la potencia que encierra lo fugaz; la enorme energía que contiene la belleza; la fuerza indescifrable que hay en todo lo innecesario, en lo inútil, en aquello que no acierta a encontrar una función en el estrecho y limitado mundo en que vivimos.

 
Revista Correo de la Innovación.
Copyright © 1997

"Sólo se puede correr el límite de lo conocido si se está dispuesto a abandonarse a la aventura".