PIONEROS  
MILITANTE DE LA SOBERANIA CULTURAL
Ramón Griffero
Para Griffero innovar es arrojar sobre la realidad una nueva mirada. Más que adelantarse a su época, se trata de reelaborar lo que está en el aire, de mantener sus radares apuntando hacia su entorno, observando cómo se conjugan fantasías, realidades y sueños entre las personas que comparten un territorio.

Ramón Griffero, sociólogo graduado en Essex, Inglaterra, dramaturgo y director teatral, está orgulloso y le cuesta disimular su alegría. Gracias a un texto con ritmo cinematográfico, una original escenografía y un buen trabajo de actores, consiguió que 60 mil personas vieran su obra Río Abajo, que se mantuvo dos años en cartelera -todo un fenómeno en Chile- y cuyo libreto fue lanzado el año pasado como libro.

En la obra -cuya escenografía es un edificio de población con seis departamentos, junto al Mapocho- ocurren situaciones reveladoras: el público, por ejemplo, aplaudía y se reía cuando a la Nueva Rica -así se llama el personaje- le roban la radio del auto.

¿Por qué ocurre esto, si era el único personaje que alude, de alguna manera, a los avances económicos de los últimos años? Anticuerpos, responde Griffero. Una defensa del público contra el arribismo, que opaca nuestra identidad, nuestro patrimonio cultural. Que se quieran transformar costumbres para que algunos productos puedan venderse, eso ya no es libre mercado, es atentar sobre la soberanía cultural, opina. Por eso, no considera casual que, en los últimos años, se haya despertado un mayor interés por la cultura y por los artistas nacionales.

La soberanía cultural es intocable, plantea, como fórmula para que el país conserve su identidad. Si se crea ese espíritu será posible, por ejemplo, respetar el patrimonio.

Durante una investigación en el Norte, descubrió que veinte casas salitreras habían sido demolidas para construir un servicentro. Que se globalice todo, los bienes, pero no la cultura, propone. Así, el Estado podrá exportar el arte.

A diferencia de la televisión -que considera desechable a nivel de percepciones- el arte perdura en la memoria de quien lo aprecia. Cuesta recordar el día y la hora en que uno vio un programa de televisión. Pero una obra, el encuentro con un cuadro, son hechos que no se olvidan, algo que marca y que, como Río Abajo, permiten valorizar, aunque sea con una visión crítica, nuestro país.

 
Revista Correo de la Innovación.
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