COOPERACIÓN
MORRIS TEUBAL, EXPERTO INTERNACIONAL EN INFRAESTRUCTURA TECNOLÓGICA E INNOVACIÓN  
"En materia de innovación la colaboración es tan importante como la competencia".

Jaime Gré

En los últimos cuatro años Morris Teubal se ha transformado en un asiduo visitante de nuestro país. Sus primeras visitas, en 1994 y 1995, fueron para evaluar el desarrollo del Fontec y Fondef, y a fines de marzo del presente año, participó como expositor estelar en el evento de lanzamiento del Fondo de Desarrollo e Innovación (FDI), ex Fonsip. De profesión economista, Teubal (54 años, casado, tres hijos) reside en Israel, donde combina sus actividades de consultor internacional con las de miembro del Grupo de Política de Desarrollo Industrial del Jerusalem Institute for Israel Studies. En su calidad de consultor, ha realizado asesorías en diversos países, muchos de ellos latinoamericanos, como México, Argentina y Brasil.

Durante su última visita a Chile nos concedió una larga entrevista, en la que intentamos abordar algunos temas que están en el debate de la política tecnológica, como son el desarrollo de la infraestructura tecnológicas nacional y el cambio de rol de los centros tecnológicos. Lo que sigue es una apretada síntesis de una larga conversación.

El concepto "Infraestructura Tecnológica Nacional" es un término nuevo que se utiliza frecuentemente entre quienes impulsan la innovación. ¿De qué se trata?

  • Se trata de capacidades tecnológicas creadas colectivamente, que tienen diversos usos y que pueden ser utilizadas por empresas u otras entidades privadas y públicas. El ejemplo más evidente es la red de centros que prestan servicios en metrología y normas, estándares y gestión de calidad, asesoría para tecnologías de producción limpia y ahorro energético, así como otras áreas de ingeniería y ciencias que se destinan a proyectos que serán utilizados por las empresas. En general, deben considerarse como parte de la infraestructura tecnológica las capacidades que podrían tener usos productivos y no productivos, tales como defensa, ecología y necesidades sociales. Además deben incorporarse los servicios de información tecnológica que se obtienen vía Internet.

    Más allá de las empresas de base tecnológica y los centros tecnológicos, es evidente que las universidades constituyen un componente fundamental de la Infraestructura Tecnológica Nacional (ITN). En ellas existe un grupo de disciplinas que en inglés se denominan transfer sciences, o "ciencias de transferencia", que son diferentes a las ciencias básicas (física, química, matemáticas y biología), pero que son utilizadas intensivamente por el sector productivo, como ocurre con las ciencias ingenieriles, ingeniería química, ingeniería mecánica, ingeniería en computación, biotecnología y otras.

    Quizá deberían incluirse también los fondos tecnológicos (tales como Fontec, FDI, Fondef, FIA y FIP) que si bien no están directamente dentro de una infraestructura tecnológica, constituyen lo que podríamos llamar una primera franja de activos intangibles que favorecen el desarrollo de la infraestructura tecnológica. Con ello, no estamos incluyendo en el concepto de ITN la infraestructura científica utilizada para actividades de investigación básica y fundamental, ni tampoco las capacidades tecnológicas de una firma individual, utilizadas exclusivamente para sus productos y procesos. Sí incluimos a todo el sector privado, público y universitario que presta servicios tecnológicos básicos y avanzados al resto de las empresas.

    Por último, cabe destacar que existen por lo menos dos grandes grupos de infraestructura tecnológica: una que entrega servicios tecnológicos básicos orientados mayormente a la Pyme, y otra que entrega servicios más avanzados, para proyectos más complejos que exigen más sofisticación tecnológica.

Usted describe diversos modelos de desarrollo de la infraestructura tecnológica. ¿Cuáles serían los más conocidos?
  • Esencialmente se puede hablar de dos modelos. Uno es el que crea la infraestructura tecnológica previamente a la emergencia de un nuevo sector industrial, como ocurrió con la industria de microelectrónica en Taiwán, donde el comienzo de toda la historia es la transferencia de tecnología desde EE.UU a laboratorios estatales y luego su transferencia al sector productivo en la segunda etapa, a principios de los años `80.

    Aquí es interesante destacar que esa transferencia se hizo a firmas que previamente no existían, es decir, cuyo nacimiento y génesis también coincidía con ese proceso de transferencia. Este sería un caso de lo que en inglés se denomina technological infraestructure led process, o un proceso dirigido desde la ITN de base estatal, que se orienta no a crear empresas públicas, sino a crear una nueva generación de empresas privadas.

    El otro modelo crea la infraestructura tecnológica para modernizar o reestructurar un sector productivo ya existente. Un ejemplo es la infraestructura tecnológica desarrollada para facilitar la reestructuración de un sector productivo que debe entrar a competir en mercados internacionales luego de haber crecido en un contexto de economía cerrada. Este modelo tiene dos variantes: una, que sea emprendido por iniciativa y a expensas de grupos de empresas del sector privado. Ello ocurre cuando se trata de empresas innovadoras que son capaces de adaptarse a condiciones cambiantes estimuladas por las fuerzas del mercado, que están mejor preparadas debido a que son más atentas a los cambios o por sus contactos con el extranjero y perciben antes lo que viene en los próximos años. Ello les permitirá organizarse colectivamente y crear centros, consorcios o alianzas tecnológicas para grupos de firmas interesadas, orientadas a absorber tecnología del exterior, y poder empezar a hacer productos de precisión, productos con alta calidad, por ejemplo, ISO 9.000, ISO 14.000 y sistemas de medición más sofisticados.

    En la segunda variante la infraestructura tecnológica no sería originada por la acción de los empresarios, sino por una política pública de infraestructura tecnológica más explícita. Esta política sería el elemento detonador de la acción de los empresarios a través de subsidios importantes y masivos. Estos serían los dos modelos extremos, los que en muchísimos casos coexisten simultáneamente en diferentes etapas del desarrollo de una industria o un sector productivo.

La formación de la "Infraestructura Tecnológica Nacional" requiere de esfuerzos colectivos, lo que supone la asociación de empresas para la modernización tecnológica. ¿Qué indica la experiencia internacional al respecto?
  • La globalización y la liberalización implican un aumento enorme de la competencia, que genera amenazas como también oportunidades de ganar mucho dinero. Estos son los detonantes que obligan a las firmas a innovar e incorporar nuevas rutinas de organización.

    En este contexto, la infraestructura tecnológica facilita la adaptación de las firmas y ésta será más eficaz mientras mayor sea el esfuerzo colectivo de las empresas. Sin embargo, la intensa competencia entre empresas es un factor que dificulta la colaboración, aunque también es posible que una amenaza externa fuertísima obligue a superar la reticencia de las firmas. Eso es lo que ocurrió en Japón a mediados de los años '80, cuando a pesar de la competencia feroz entre cinco grandes compañías de computadores hubo cooperación para enfrentar la amenaza que representaba la competencia norteamericana. Sin embargo, en éste y en otros casos similares la experiencia indica que no lo hubieran logrado sin una política gubernamental activa. Es decir, no sólo es importante el factor externo, sino también el que haya incentivos para colaborar mediante un programa público que promueva la actividad cooperativa, especialmente en áreas de tipo precompetitiva. Otra vía es considerar áreas donde la competencia no incide, como ocurre con la contaminación ambiental.

    En este sentido es muy relevante el rol de gremios o asociaciones de empresarios que no solamente se dedican a realizar lobby y a opinar frente a problemas macroeconómicos, sino también a ser actores decisivos para desarrollar capacidades tecnológicas colectivas para los asociados de un sector. En ese contexto, para el Estado es mucho más fácil apoyar la creación de centros o consorcios tecnológicos que tengan una visión más sectorial que de firmas individuales.

De lo anterior se deduce que la "Infraestructura Tecnológica Nacional" no sólo está conformada por centros tecnológicos, sino también por grupos de empresas privadas que demandan servicios tecnológicos...

  • Efectivamente, se trata de lo que llamamos "consorcios tecnológicos" que no involucran la creación de un centro tecnológico nuevo. Estos pueden tener variantes. En un caso, realizan actividades de investigación y desarrollo mediante equipos conjuntos sin crear un laboratorio central, donde la firma "A" manda dos investigadores a la firma "B", y la firma "B" manda a su vez dos investigadores a la firma "A". En otros casos, el consorcio puede contratar una investigación que se hace en las universidades o en laboratorios del Estado. Es decir, que un proyecto de infraestructura tecnológica puede tomar la forma de un consorcio que puede hacer uso de capacidades existentes.

¿Podrían los centros tecnológicos ya existentes favorecer el desarrollo de consorcios empresariales?
  • No tengo ninguna duda de que las ideas de consorcios pueden venir de los centros tecnológicos, debido a que se requiere mucha coordinación entre empresarios; no obstante, es posible que surjan numerosos escollos. Tal vez es muy difícil encontrar una demanda articulada en las etapas iniciales. Encontrar y preparar un proyecto que sea un buen negocio es muy probable que tome tiempo. Por ello es que, al principio, no es indispensable que la iniciativa y las ideas vengan de los empresarios, sino desde lo que podríamos llamar un "comité facilitador" -constituido por los mejores expertos de un país- cuya misión es generar proyectos.

    Entiendo que en Chile el Ministerio de Economía y Corfo recientemente han desarrollado una idea similar al impulsar los Comités de Expertos en las áreas de biotecnología y tecnologías de información. Esta experiencia debería ser profundizada. En el caso israelí es interesante destacar el proyecto Magnet, que empezó en 1992.

    Hasta ese momento lo único que existía eran programas de apoyo a la I+D de la firma individual, al estilo Fontec en Chile. Pero cuando constatamos las falencias para capturar tecnologías avanzadas, se creó el fondo Magnet, el cual financia proyectos de infraestructura tecnológica con las siguientes características: uno, deben ser consorcios de dos o más firmas; dos, tiene que haber en ese consorcio una institución tipo universidad, laboratorio privado o centro tecnológico público; y tres, se financian proyectos tecnológicos avanzados que no son de fácil acceso para firmas individuales.

    Pero las cosas no quedaron allí. Magnet también jugó un rol activo porque la demanda privada no estaba configurada: es decir, se contaba con fondos pero no había proyectos. Y ello ocurre ya que los proyectos precompetitivos son más difíciles de generar que los competitivos. No sólo hay dificultades técnicas, sino sobre todo poca experiencia para procesar conflictos de intereses: las universidades no tenían experiencia en trabajar con firmas y viceversa. Por ello es que Magnet ordenó la situación, configuró una gran cartera de proyectos y catalizó el acercamiento entre oferta y demanda en un proceso que tomó algún tiempo en concretarse.

    Ahora estamos a cinco años de la iniciación del fondo Magnet y se han generado experiencias interesantes.

    Hubo un grupo especial de biotecnología llamado "Biotecnology Steering Comittee", que logró determinar una cartera de cientos de proyectos que después de varias etapas de definición y redefinición se concretaron en cuatro grandes proyectos donde universidades y empresas pudieron converger. En base a esta experiencia, Magnet generó otros grupos, como el comité de electrónica, sin el cual hubiera sido muy difícil pensar el proyecto Láser, que ha sido muy importante para Israel.

Muchos centros tecnológicos se formaron en un contexto de economía más cerrada, con poca orientación hacia el mercado. Esta experiencia internacional genera en Chile un intensa discusión respecto a los caminos a seguir. ¿Qué opinión tiene usted en esta materia?
  • Es claro que los institutos tecnológicos públicos deben reestructurarse y modernizarse. El problema no es tanto la reducción de su tamaño sino la construcción de nuevos enfoques y nuevas actividades, dejando algunas externalizadas o para el sector privado. En particular, estas instituciones deben orientarse hacia los mercados, especialmente en servicios tecnológicos avanzados. Pero los gobiernos y los ministerios de Finanzas deben comprender que estos procesos son costosos y complicados. Para reestructurarse, los institutos deben crear nuevas capacidades y éstas no surgen de la noche a la mañana. A su vez, la demanda de servicios tecnológicos - especialmente de tipo avanzado- no nace espontáneamente. En materias de nuevas tecnologías, nos encontramos con un típico caso en que la oferta crea su demanda, genera nuevos mercados que luego se diversifican. Y este proceso toma su tiempo.

    Es muy importante dejar atrás la idea simplista de reestructuración -que es sencillamente despedir personal, cortar fondos y que se las arreglen solos-, reemplazándola por una visión más sofisticada, que entiende que su modernización y reestructuración es un proceso complejo, que lleva tiempo, y que requiere incentivos claros y estables para reorientarse. Para ello se necesita de una política de infraestructura tecnológica que oriente este proceso de forma ordenada, con menos costo social y menos costo económico de infraestructuras perdidas.

Es decir, se trata de modernizar los centros tecnológicos, sin convertirlos en consultoras de servicios...

  • Bueno, si se tratara de construir centros tecnológicos públicos con cero apoyo presupuestario y sólo basados en la venta de servicios al mercado, entonces éstos se convertirían en consultoras de servicios, en cuyo caso perderían su función pública y mejor sería privatizarlos. El centro ofrecería los mismos servicios corrientes y rutinarios que los consultores entregan, pero ya no serían mecanismos colectivos de absorción de capacidades nuevas en el exterior, de creación de nuevas infraestructuras tecnológicas de tipo básico y avanzado, actividades que sí revisten una importante función pública y social.

    ¿De qué hablamos cuando decimos "servicios tecnológicos avanzados"? De centros tecnológicos que dan servicios en diseño de productos, que fabrican pequeñas partidas de circuitos integrados "por encomienda" para Pyme, que diseñan matrices especializadas para pequeñas empresas metalmecánicas. Pero el modelo va más allá. La política tecnológica puede enfocarse a construir centros que después de una década o período similar de explorar nuevas actividades tecnológicas, debe necesariamente externalizarlas o realizar spinoffs de personal, transformando esas capacidades en consultorías, dando así nacimiento a una nueva generación de Pyme de alta tecnología. Y de esa forma encontramos un escenario dinámico -de geometría variable- donde nuevas capacidades que han madurado en un centro tecnológico se transfieren al sector privado, reduciendo el centro en cuanto a esa capacidad, pero al mismo tiempo desarrollando nuevas tecnologías de punta, para después repetir el ciclo más adelante...

Hay quienes opinan que ese sistema sería un suicidio para los centros...

  • El éxito del proceso que he descrito no depende solamente de la gestión del centro sino que requiere también de apoyo gubernamental. Imaginemos cómo sería el proceso. El centro tecnológico ayuda a crear mercados mediante una oferta que hace despegar una demanda y difunde el uso de nuevas tecnologías. Una vez que el mercado está maduro y que los servicios ya se difundieron, se decide privatizar estas funciones y ello ocurre justo cuando el centro tecnológico empieza a ganar plata y a recuperar la inversión. Obviamente hay pérdidas, o dicho de otro modo, los beneficios sociales no se traducirán en utilidades para el centro.

    Esto supone que existe una función pública y el Estado no podría considerar al centro como una unidad de ganancias, analizándola sólo desde la perspectiva del beneficio privado. El Estado debe evaluar el centro tecnológico desde la perspectiva del valor presente neto de los beneficios sociales que genera; esto es, el beneficio privado del centro más el valor presente de la transferencia tecnológica al sector de consultorías privadas, considerando el grado de masificación en los mercados. Más aún, debería valorarse el valor presente de los incrementos de valor agregado que pondría en la producción sectorial respectiva. Este es el tipo de enfoque que un gobierno debe considerar a la hora de evaluar los institutos tecnológicos públicos.

Esto supone nuevos paradigmas e importantes cambios institucionales en materia de política tecnológica...

  • En realidad todo está basado en un cambio paradigmático. La idea es que en materia de innovación la colaboración es tan importante como la competencia. Y la presencia de las nuevas tecnologías de la información abre nuevas posibilidades para colaboración en proyectos precompetitivos y genéricos. Pero también se trata de cambios institucionales. Y ello no es fácil. En este campo existe mucha inercia que dificulta una reestructuración de los programas existentes, aunque haya disposición para hacerlo. En parte ello se debe a la resistencia de los beneficiados por programas e instrumentos anteriores, y también debido a las resistencias burocráticas a modificar instituciones ya creadas.

    Hace falta abrir un poco el sistema, con nuevas ideas que traigan conciencia de cambios, y con un poco de suerte éstos se llevan a cabo. Esto no siempre ocurre y no tengo ninguna teoría de política económica de cómo puede ocurrir, o cuándo no puede. No hay recetas y creo que en Israel hemos tenido mucha suerte. Pero hay que tener decisión de aprovechar las ventanas de oportunidad que sólo se abren cada cierto tiempo. En Chile observo una gran capacidad creativa y ésta puede ser un contexto favorable para que nuevos programas sean diseñados con imaginación, creando los acuerdos y las decisiones necesarias para impulsarlos.

El ABC del Fondo de Desarrollo e Innovación.

 
Revista Correo de la Innovación.
Copyright © 1997

"Creo que esencialmente hay dos modelos de infraestructura tecnológica. Uno es el que crea la infraestructura tecnológica previamente a la emergencia de un nuevo sector industrial. El otro crea la infraestructura tecnológica nacional para modernizar o reestructurar un sector productivo ya existente".

"Los institutos tecnológicos públicos deben reestructurarse y modernizarse. El problema no es tanto la reducción de su tamaño sino la construcción de nuevos enfoques".

"Existen por lo menos dos grupos de infraestructura tecnológica: una orientada a la Pyme, y otra que entrega servicios avanzados a proyectos más complejos".

"Si se tratara de construir centros tecnológicos públicos con cero apoyo presupuestario, entonces éstos se convertirían en consultoras de servicios, en cuyo caso perderían su función pública y mejor sería privatizarlos".