PIONEROS  
MIGUEL GIAMACAM
Historia de un autodidacta

Miguel Giacaman es un innovador por naturaleza. Sin estudios académicos formales, ha conseguido diseñar dispositivos electrónicos e informáticos con reconocimiento internacional.


Roberto Palet

Poco antes de marcharse de la empresa que había hecho crecer explosivamente, a Miguel Giacaman le pidieron que le echara una mirada a un computador que no había manera de reparar. El lo miró y se encontró con el virus "Jerusalém". Era 1987 y la existencia de virus informáticos en nuestro país, y en el resto del mundo, era aún un misterio. Se decía que lo destruían todo y que no había manera de contrarrestarlos y menos de prevenirlos.

Sin embargo, y en contra de la opinión de su programador y de mucha gente que decía que, de ser posible, lo que quería ya lo habrían inventado los gringos, se puso a trabajar en un antivirus, un concepto inexistente hasta entonces. Después de tres meses éste se encontraba funcionando.

Pero la desconfianza no terminó ahí. Cuando lo fue a mostrar a las empresas, lo enviaron de vuelta. Creían que los iba a infectar y no querían saber nada de eso. Al borde de la ruina, decidió anunciarlo directamente en el periódico durante el fin de semana. Al lunes siguiente, la contestadora del teléfono no daba abasto. "La gente estaba desesperada, me pagaban del bolsillo porque yo no tenía facturas; de Valparaíso me enviaron un taxi para asegurarse que les llegaría con rapidez. Imagínate la tremenda necesidad que había en el mercado y nadie la quiso ver", cuenta Miguel Giacaman, inventor del primer antivirus del mundo y de otros ingeniosos artefactos.

La naturaleza de las cosas

Esta historia representa bien las difíciles pruebas por las que ha de atravesar uno de estos raros especímenes: el innovador chileno. La pasión por conocer, la tenacidad para luchar contra su gran compañera de vida: la desconfianza del medio.

Giacaman no terminó nunca su carrera universitaria, aunque igual sacaba buenas notas. "Yo era un apasionado de lo que leía y estudiaba, pero esa pasión nunca la vi en el colegio. Lo que veía era a un señor pasando materia", recuerda.

En una de sus acostumbradas cimarras, acabó en el subterráneo de la Biblioteca Nacional donde conocería la disciplina que le ayudaría, en buena medida, a desarrollar su carrera y su vida: la astronomía. "Fue como si se me abriera un mundo en el que uno empieza a entender la naturaleza de las cosas. Comprender cómo se forma el universo te permite entender cómo funciona cualquier cosa", explica Giacaman.

Su introducción al mundo de la electrónica fue más o menos casual. Del tipo de adolescente que no dejaba pasar aparato entre su manos sin antes deshuesarlo, comenzó a reparar los televisores de los vecinos. Montó su empresa particular, mientras se aburría por distintos colegios. Hizo un intento con medicina, pero al iniciar la parte clínica la dejó "porque no había una lógica".

Después de volver de un viaje por Estados Unidos, comenzó a dedicarse profesionalmente a la electrónica. Ahí fue cuando inició su periplo contra los prejuicios nacionales. Según él, existen graves trabas a la innovación en Chile, pero la principal es la subvaloración absoluta en la capacidad para desarrollar tecnología. "Para el empresario, es mucho mejor ir al extranjero y comprar la tecnología necesaria que desarrollarla. Piensa que todas las soluciones que se inventan en el extranjero le van a servir", enfatiza.

País con ventaja

Lo peor de todo es que esa mentalidad está inserta en la estructura misma de la empresa. "Tú pones a un ingeniero industrial, especialista en producción y se da cuenta de que la empresa funciona al "ojímetro". Ocurre que la estructura misma de ella no le permite aplicar sus modelos matemáticos para crear un sistema de producción ni nada. Entonces, al final este ingeniero se atrofia y termina siendo un empleado más de producción, que mira por encimita y maneja a los proveedores al "ojímetro".

A pesar de ello, Giacaman cree que paradójicamente Chile tiene excelentes posibilidades para desarrollar software y electrónica. En su opinión, la aceptación de la tecnología en nuestro país es muy buena y, además, por cantidad de profesionales y por estar inserto en un mercado necesitado de tecnologías a la medida para resolver nuestros propios problemas, el país tiene mucho potencial. Sin embargo, cree que se adoptan políticas erradas. "Chile debería hacer como los europeos y atacar nichos de mercado. Los refrigeradores y los televisores normales, que los hagan los coreanos y japoneses, pero nosotros podríamos hacer refrigeradores y televisores especiales que se adapten a una necesidad concreta", opina.

Fuente inagotable de ideas, Giacaman cuenta con un largo listado de ideas innovadoras esperando la oportunidad de materializarse. ¿Cuánto habrá que esperar para que alguien las mire y crea en ellas?.

 
Revista Correo de la Innovación.
Copyright © 1997-98
Los Inventos de Giacaman

Bomba electrónica. En 1985, al llegar de unos agitados meses en Estados Unidos, a Miguel Giacaman le pidieron un contador para una bomba mecánica. "Fue como decirle a un recién salido de Ingeniería Electrónica que arreglara un ampolleta", cuenta. Estuvo un año y medio diseñando un sistema electrónico completo con el fin de inventar un negocio y asociarse con su cliente. Este se lo rechazó. No quiso saber nada. Diez años después, la sofisticación de esta idea ha significado un tremendo éxito para Copec.

Antivirus. Al detectar la existencia del virus Jerusalém, en 1987, Giacaman se puso a trabajar en la idea, inexistente hasta entonces, de un antivirus. La gente y los expertos le decían que estaba destinado al fracaso. Que eso era imposible, y que si fuera posible ya lo habrían inventado los gringos. En tres meses desarrolló el primer antivirus del mundo.

Antivirus II. En una exposición informática, Giacaman iba a presentar dos nuevos antivirus contra los últimos virus que habían aparecido, pero durante esa misma semana aparecieron otros dos. Se decidió a inventar un antivirus universal, que detectara todos los virus existentes y los que alguna vez existieran. Otra vez un concepto inexistente en el mundo y que generó la más absoluta desconfianza en su éxito. Giacaman sacó el Oyster, un producto alabado por la IBM como el mejor antivirus del mundo, y que se hizo famoso internacionalmente durante la alarma mundial por el ataque del virus Miguel Angel, en 1992; fue el único que resistió el ataque sin ningún problema.

Atrapamemoria. Fue un proyecto truncado por la incredulidad. A un gerente de una empresa informática le presentó la idea de desarrollar una tarjeta capaz de guardar toda la memoria activa de un computador al producirse un corte de energía. No le dio mayor importancia.

Seis meses después, en la revista norteamericana PC Magazine, un producto similar era considerado como el producto informático del año.

Código de barras. A principios del `90, tras inventar equipos para lectura de códigos de barra, se dio cuenta de que éstos eran poco usados en Chile. Según le señalaron, el problema era que para incorporarlos era necesario importar una máquina para producir los patrones a un costo tremendo. Giacaman se dio cuenta de que esas máquinas estaban hechas para países desarrollados, con grandes volúmenes. Como solución local al problema, desarrolló un sistema más artesanal a un costo mucho menor. Batió el record mundial de rapidez en su implementación, menos de un año, y de calidad, con un 94% de legibilidad.

Pump controller. A petición de una distribuidora de petróleo nacional, que tras recorrer vanamente países desarrollados en busca de soluciones recurrió a él, Giacaman desarrolló un sistema de control electrónico para bombas bencineras (ver Correo de la Innovación Nº3).

Necesidades inmediatas inhibieron el desarrollo definitivo del prototipo. Con aporte del Fontec, desarrolló el equipo definitivo de mucha mayor calidad. La distribuidora Copec ha sacado récords de venta en petróleo diesel.

Teoría de la evolución. Para Giacaman todos sus inventos no tienen mucho mérito. Le parece que fueron muy fáciles y que abarcaron aspectos de la realidad muy concretos. No le hacen sentir orgullo, más que el de su forma de enfrentar los problemas. Sin embargo ahora, dice, sí está haciendo algo que considera importante. Sin ser académico, ni siquiera licenciado, está redactando una teoría universal de la evolución...