OPINAN
 
Innovaciones de ayer, Tradiciones de hoy (o el gato del gurú goza de buena salud)

Ricardo López Pérez,
Investigador (*)

Todas las tradiciones tienen su origen en innovaciones que en el pasado implicaron ruptura y crisis. La tradición es la madurez de la innovación y muchas veces su decrepitud.

Por definición, una innovación es un fenómeno fugaz. No dura más que el momento en el cual encarna el cambio, la transformación y, por tanto, lo nuevo. Lo que aparece como una innovación en un instante deja de serlo al siguiente.

En la medida en que una innovación es exitosa y comienza a ser aceptada, pasa a formar parte del universo cotidiano y pierde su fuerza provocativa. La memoria de preferencia retiene los intentos que conocen el éxito, y eso significa que paradojalmente las innovaciones se recuerdan cuando al divulgarse pierden su condición de tal.

Las relaciones entre innovación y tradición son más ricas y complejas de lo que suele suponer la lógica de la exclusión y la dicotomía. Las tradiciones han debido generarse en algún momento, y las innovaciones han de partir de algo. Rechazar lo establecido es ya un punto de partida. No puede haber innovación sino a partir de lo conocido. No se crea de la nada, como tampoco en la nada. A su vez, muchas tradiciones pueden contener en sí mismas el germen del cambio. Perfectamente puede desarrollarse una tradición cuyo sentido sea la promoción y aceptación del cambio.

En consecuencia, las tradiciones, si bien representan la permanencia, no están necesariamente asociadas a lo malo y negativo. Un mundo como el actual, con desafíos y oportunidades en cada esquina, no siempre tiene presente que el primer problema a resolver está relacionado con lo que queremos cambiar y con lo que queremos preservar. Por último, ciertamente, también con lo que queremos recuperar.

La apología de la innovación queda muchas veces presa de su propio entusiasmo, cuando sólo observa el cambio en su aspecto más superficial. La práctica del cambio llevada al límite de su potencial, o bien la flexibilidad desatada sin reparos, conducirían a la pérdida de la identidad.

La identidad personal y la de un pueblo se construyen como resultado de la existencia de ciertas regularidades. Una sociedad demasiado abierta al cambio asume el peligro de la desintegración. Una sociedad demasiado cerrada y vuelta sobre sí misma terminará por esclerosarse.

Tradición e innovación tienen una relación de mutua necesidad, y cada uno de estos extremos toma del otro parte de su sentido. Tradición e innovación, conservación y cambio, convergencia y divergencia, orden y caos, no se definen en niveles independientes y excluyentes.

Tal vez la principal dificultad, de la que surgen algunas de estas percepciones rígidas, la encontramos en el hecho de que las innovaciones con gran facilidad revierten en hábitos que a poco andar pierden toda su funcionalidad. La brillante metáfora de Anthony de Mello expresa mejor que nada esta situación: "Cuando, cada tarde, se sentaba el gurú para las prácticas del culto, siempre andaba por allí el gato del ashram distrayendo a los fieles. De manera que ordenó el gurú que ataran al gato durante el culto de la tarde.

Mucho después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro gato al ashram para poder atarlo durante el culto vespertino. Siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña el gato en la realización del culto como es debido".

Lo que representa un avance en cierto momento y bajo ciertas condiciones, luego puede llegar a ser una carga y un obstáculo. La sensibilidad se petrifica con facilidad, y el comportamiento termina manifestándose más como repetición que como apertura. El gato del gurú es un fenómeno corriente de la vida social, que suele ser invisible para las conciencias adormecidas.

Ejemplos específicos de innovaciones envejecidas y degradadas, y sólo sostenidas por la fuerza de la inercia, existen en gran cantidad en todo tiempo y lugar. En la antigüedad, el libro tenía la forma de un rollo y algunos de ellos llegaron a tener varios metros. Un detalle característico fue la colocación del título al final del texto, debido a que así resultaba más rápida su identificación cuando se encontraba completamente enrrollado sobre uno de sus ejes después de haber sido leído. Más adelante, al final del Imperio Romano, surge el códice con el tipo de páginas que tiene el libro actual. Este nuevo formato resultó tan útil, que algunos especialistas lo consideran como una innovación en el mismo nivel que la rueda y el alfabeto. A partir del siglo III el códice ya se había impuesto, pero se continuó poniendo el título en la última página de la obra hasta entrado el siglo V.

Algunos ejemplos más próximos son interesantes. En el sistema carcelario chileno existe prohibición para el ingreso de limones. En el pasado los internos utilizaban el limón para preparar una bebida alcohólica llamada 'pájaro verde'. El procedimiento consistía en separar el alcohol que contenían los barnices o pinturas con ayuda del jugo ácido. Con ese alcohol se obtenía una bebida algo parecida a un licor, pero desgraciadamente muy tóxica. Con el tiempo el alcohol ha dejado de usarse como base barnices y pinturas, que ahora usan principalmente componentes sintéticos. Un buen trago se obtiene hoy con agua de arroz y una manzana fermentada, pero los limones siguen sin poder entrar a la cárcel.

En las unidades de menores a cargo de Carabineros, como la Fundación Niño y Patria, se recurre a un cuaderno de anotaciones para consignar detalladamente todos los alimentos que consumen los niños. Se trata de un trabajo riguroso que requiere gran preocupación y enorme tiempo, porque la información registrada está personalizada. Se consigna cada consumo en relación con cada niño.

Este procedimiento corresponde a la forma de operar de los casinos de las unidades institucionales, en las cuales todo consumo debe quedar debidamente anotado, puesto que el respectivo funcionario debe cancelarlo. Dado que en las unidades de menores no se atribuye a cada niño su gasto en alimento, resulta evidente que este modelo de trabajo no es apropiado. El cuaderno de anotaciones, sin embargo, continúa existiendo y demandando tiempo y energía.

El punto crucial es que una vez creada una práctica, buena parte de la energía disponible se utiliza para defender el espacio familiar de seguridad configurado por la estabilidad y la certidumbre. Se ponen en marcha verdaderas estrategias de carácter personal y social, destinadas a protegerse de cualquier transformación sospechosa de alterar la tranquilidad de lo conocido.

Al final, el problema no reside en la tradición como tal, sino en este fenómeno que resulta de la absoluta ausencia de mirada autocrítica con que los grupos otorgan sentido a lo que ellos mismos han construido. La vieja demanda filosófica del autoconocimiento aparece una vez más dotada de valor. Ni las personas ni los grupos podrán superar los esquemas consagrados y producir cambios positivos, si no son capaces de desarrollar un juicio sobre lo que son y lo que quieren ser.

La innovación tiene su madurez, pero también puede tener una mala vejez. Toda innovación exitosa produce una tradición. Recíprocamente, toda tradición fértil provocará otras tantas innovaciones en el futuro.

(*) Autor del libro "Los Maestros Innovadores".

 
Revista Correo de la Innovación.
Copyright © 1997 - 1998

"Lo que representa un avance en cierto momento y bajo ciertas condiciones, luego puede llegar a ser una carga y un obstáculo".