ENTORNO  

En busca de la ciudad amable


Aunque no se han tomado la ciudad, los espacios públicos están ganando terreno, especialmente en la discusión de especialistas y de los habitantes de las urbes de fines de siglo. ¿Qué ciudad queremos? ¿ En qué espacios públicos queremos encontramos? ¿Parques o malls?, son algunos de los ejes que cruzan el debate.
Entretanto, se hace camino al andar. Este reportaje da cuenta de diferentes propuestas y soluciones que buscan mejorar la calidad de vida y el encuentro ciudadano.

Qué son los espacios públicos? ¿Qué sentido tienen o han perdido en nuestras vidas citadinas ? ¿Estamos contentos con la ciudad en que vivimos? ¿Es un lugar de revitalización y encuentro? Hay quien dice que los espacios públicos son la pausa que le otorga sentido a la vida en la ciudad. Tan claves como los silencios en la música, son el lugar donde se puede tomar un descanso para volver a comenzar. 

De un tiempo a esta parte, el tema, bajo variadas formas, está presente en diferentes proyectos urbanos y es también motivo de discusión tanto de especialistas como del ciudadano medio. Las profundas transformaciones que ha tenido el uso y desuso de este bien tan preciado y muchas veces invisible, como el aire que respiramos, marcan el debate.  Las grandes urbes han crecido explosivamente en las últimas décadas, se han sobreedificado al ritmo de la oferta y la demanda y, por momentos, parece que nadie se hiciera cargo de planificarlas dejando que el mercado inmobiliario y el reinado de los automóviles demarquen la ciudad.

En Santiago, la urbe chilena por excelencia, hubo una escala de ciudad que permitió reconocer hitos como la Alameda, el cerro Santa Lucía o la cordillera, dice el arquitecto y urbanista Francisco Schmidt. Con el crecimiento explosivo, esos hitos han desaparecido o se han desfigurado. Las antiguas áreas verdes, que en un principio fueron periféricas, hoy día son relativamente centrales, como el Parque Forestal, el Parque O'Higgins, y la Quinta Normal. Santiago creció en extensión, se comió estos parques y...

Las ciudades poseen un umbral crítico de población, que cuando se respeta permite que su dinámica interna funcione bien. Superado este umbral, el equilibrio se rompe, explica Schmidt. Los antiguos lo sabían; la ciudad aristotélica tenía que ser de 50 mil habitantes; más allá de eso, comenzaba a deshumanizarse. 
Si pierdes el control, pierdes la medida y la visión. Y ese fenómeno, por supuesto, sucede en la ciudad. Es entonces cuando aparecen los engendros, con pérdida de relaciones y una falta de visión de conjunto, explica Schmidt. Según el profesional,  es lo que estaría pasando, entre otras, con Santiago.
Pero frente a este oscuro panorama, comienzan a surgir propuestas, proyectos, ideas y obras que hablan de cambios, que plantean otra forma de ver, construir y vivir la ciudad.

 

El espacio público soñado

El divorcio entre los planificadores y la ciudad es un fenómeno universal. Quizás el proceso de conversión de la ciudad, desde un objeto de valor de uso a uno de valor de cambio,  sea el responsable de ello.  A partir de este hecho, es posible visualizar dos tendencias, claramente contrapuestas, en la experiencia actual del espacio público,  las que provocan resultados también contrapuestos en la calidad de vida de las personas.

Por un lado, existe una corriente de proyectos de plazas, parques, paseos, pasajes y vías que rescata la validez  de un mayor compromiso urbano, que contribuye en cierto modo a recalificar la ciudad en sus fragmentos, a recrear una imagen de urbanidad y, en definitiva, a mejorar las condiciones de habitabilidad de las personas.

Por otro lado, hay una tendencia opuesta, a la fragmentación y disminución de importantes áreas del patrimonio urbano actual. Por acción, seguridad, omisión u otras razones, se puede asistir a una tendencia de control social y restricción del ejercicio de la libertad urbana. Los ejemplos son abundantes: disposiciones municipales que autorizan el cierre de pasajes públicos, apropiación indebida o cierre de espacios comunes y restricciones al libre acceso y desplazamiento urbano, como disminución de veredas, aumento de rejas, cámaras de televisión, horarios especiales de circulación, etc.

Sin embargo, la mirada más pesimista de los urbanistas dice relación con esta expropiación de los espacios públicos, como resultado de una acción descoordinada y sin planificación.  Santiago se transformó en una ciudad invivible, afirma el Premio Nacional de Arquitectura y alcalde de La Reina, Fernando Castillo Velasco. Un lugar donde se construyen ghetos de pobres por un lado y de ricos por otro, y donde las autoridades no se preocupan de estructurarla como una metrópolis que vincule sus espacios a través de vías y avenidas. Y la situación no es privativa de la capital. En Temuco, dice Castillo, se reproduce el fenómeno.

Junto a la crítica surgen las propuestas. El propio Castillo tiene las suyas que viene planteando y desarrollando como arquitecto y servidor público desde hace más de 25 años. El ex intendente de Santiago y alcalde de La Reina en dos períodos señala: En lugar de subdividir el suelo en un determinado número de casas como cantidad de sitios haya, y colocar los espacios públicos donde sobre lugar, lo que hay que hacer es dividir el suelo en una mitad para áreas verdes y de convivencia y otra para vivienda. Construir las casas, de manera planificada, en torno a un espacio comunitario donde se produzca una vida social, ya no de un barrio sino de una célula más pequeña. Esa dinámica permitió que en La Reina se preservaran los valores naturales que tiene la comuna. Y lo que vale para La Reina, bien podría aplicarse a la ciudad,  añade.

Consecuente con ello, la comuna ha detenido el crecimiento cuantitativo de la ciudad a través del fomento y desarrollo de nuevos centros, con un urbanismo distinto. Para ello, se edificaron comunidades de entre 10 y 500 casas, con un importante uso del espacio común, destinado a cultura, deporte o esparcimiento de los que allí viven. Además, se está desarrollando un plan regulador que generará 20 polos comunales y vecinales en torno a lugares públicos, donde se permitirá construir equipamiento (escuelas, hospitales, etc.) junto con viviendas. Básicamente, el plan responde a la idiosincrasia del vecino de la comuna, que quiere vivir en zonas residenciales,  lejos de centros de equipamiento, dice su alcalde.

Otra iniciativa, que a nivel estatal tiende a revertir la actual falta de espacios públicos en la periferia, es el Programa de Parques Urbanos del Ministerio de Vivienda, que se inició en 1991. Su objetivo es generar diez parques que marquen una identidad con el entorno ciudadano que los rodeaba.

En general, se trata de la recuperación de parte del patrimonio urbano, vegetal, cultural o de otra índole, existente en muchas comunas en situación de grave deterioro, abandono o subutilización de su potencial como también, de la incorporación de nuevas áreas verdes. Son parte del proyecto el Parque de los Reyes, Inés de Suárez, de las Esculturas, La Bandera, Violeta Parra e Intercomunal Oriente, entre otros. Permanecen en etapa de proyectos sólo dos de ellos: la Plaza del Poeta, frente a la casa La Chascona de Pablo Neruda, y el Parque Mapocho Poniente, en la comuna de Cerro Navia.

El programa se está realizando mediante un proceso participativo en que se consultó a los vecinos qué tipo de lugares públicos querían. En la periferia la gente no tiene dónde ir y se gasta el 15 % de su sueldo en transporte para recrearse o ir a su lugar de trabajo, dice Francisco Schmidt, encargado del programa. 

 

Mirar el entorno 

Una tendencia urbanística importante que está cobrando mucha fuerza y que complementa el legado del 4º Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM), que en 1932 dio inicio al urbanismo moderno es la de planificar mirando el entorno. Los americanos y canadienses están a la vanguardia en el tema, reconociendo la topografía del lugar y planificando espacios públicos a una escala más humana.

Así se realizó la colonización norteamericana, de origen protestante, a diferencia de la española que reprodujo el Código de Indias en todas las nuevas ciudades, sea cual fuera el clima y la topografía. Nos enseñaron a mirar a la plaza y no el entorno. Nuestro urbanismo niega el entorno natural, dice el urbanista Sergio León, asesor del Ministerio de Vivienda y Urbanismo.
Por eso quizá resalta un proyecto de impacto urbano que el Seremi de Vivienda está llevando a cabo junto al gobierno de Coyhaique, donde se desarrollarán  espacios y parques costeros en poblaciones que van desde 36 mil hasta 900 mil habitantes. La iniciativa reconoce una cosa fundamental: Las ciudades de la región de Aysén tienen que ver con lagos, con ríos y con mar, entre otras cosas,  situación que hasta ahora no se ha tenido muy en cuenta, pues se les niega la vista a esos elementos.

Sin embargo, hay ciudades que reconocen ese precepto, como Valparaíso, que protege sus vistas al mar, o Puerto Montt, que tiene una topografía parecida a la de Valparaíso, con varios niveles de ciudad. En Antofagasta también se estudia cómo recuperar espacios colectivos a través de la generación de seis macroplazas o ejes transversales con orientación Oriente-Poniente hacia el mar, y donde también se intenta rescatar el espacio costero. 
En la ciudad de Santiago, mientras tanto, se han hecho intentos por propiciar nuevos espacios públicos o recuperar los ya existentes. El paseo de la Avenida República es un claro ejemplo, donde se tomó prestada una vía a la calle para dársela al entorno universitario allí existente.

En la antigua cárcel de Santiago se construyeron dos torres que, en lugar de seguir la línea de la calle, se edificaron corridas de su eje produciendo así una plaza dura con esculturas que permite el encuentro ciudadano. En el cruce de las avenidas General Velázquez con la Alameda, también se planifica aportar una plaza dura a la ciudad.  Sin duda, estamos en un plan de reconocer nuestro entorno, y eso es innovación, dice León.

 

Cultura del espacio público

En la XI Bienal de Arquitectura realizada en Santiago (1997), cuyo tema central fue los espacios públicos, se llegó a la conclusión de que las ciudades de Chile requieren la revitalización de éstos como respuesta a las necesidades de sus habitantes y a las actividades que allí realizan.Una meta alta si que quiere, cuando se observa el desencanto que muchos ciudadanos tienen con su urbe. Pero no todo está perdido.  Algunos movi-mientos aislados, pero cada día con mayor fuerza, están reinventando una nueva cultura, que permite ver una luz al final del túnel.

El colectivo urbano Santiago Amable aglutina a profesionales de las más variadas disciplinas,  para repensar la ciudad que todos queremos. Una forma de arreglar la casa propia, en lugar de mudarse de barrio, afirman.
Según la arquitecta Pelagia Rodríguez, integrante de la agrupación, los habitantes de la ciudad de hoy hemos perdido la capacidad de encontrarnos y los ritos propios de ese encuentro, replegándonos a nuestros espacios privados. No hay previstos lugares de encuentro apropiados para la fiestas, sin un motivo especial. Sin embargo, cuando los motivos existen, como los cuasi festejos mundialeros en la Plaza Italia, la gente se apropia de los lugares que siempre estuvieron ahí para expresarse espontáneamente.

El colectivo, que entre otras cosas persigue la incorporación del arte al entorno, trata de incentivar iniciativas como encuentros de reflexión que produzcan mayor cantidad de actividades y, por lo tanto, placer de vivir en el barrio.
Si existe gente que fue erradicada de lugares con los que tenía fuertes lazos, y luego fueron depositados en otros sitios de manera disgregada, se produce un efecto de no-cariño hacia su entorno. Como resultado, deterioran los espacios públicos que les pertenecen, porque no reconocen un arraigo, ni existen vínculos entre las personas. En síntesis, se rompe la trama urbana, dice la arquitecta. Y el costo de esa ruptura es muy alto.

Hacia esa dirección iba el barrio Villa Los Industriales, en la comuna de Puente Alto, hasta que, por iniciativa y financiamiento de la empresa Shell junto con la Sofofa y la participación de ONG Casa de la Paz, se concretó el proyecto Manos Unidas. La iniciativa consistió en dotar al barrio de 492 familias de áreas verdes y de esparcimiento, de una manera inédita y autogestiva.
El sitio eriazo de más de cinco mil metros cuadrados, que dividía en dos al barrio situado en la avenida Las Torres, fue transformado en una multicancha, una plaza de juegos infantiles y un área verde que revirtió de manera positiva el fracaso de experiencias anteriores.

Lo novedoso fue que el parque se diseñó teniendo en cuenta su mantención, instancia demasiado costosa, sobre todo para un municipio de escasos recursos como Puente Alto. Muchas veces, los que diseñan los parques no son los que los construyen, ni menos los que los mantienen, de ahí que se hagan enormes extensiones verdes que, por falta de coordinación, luego se transforman en verdaderos peladeros, afirma Guillermo Dascal, urbanista y jefe de proyecto por la ONG. (Ver recuadro). Para el experto, el problema del espacio público pasa por una falta de cultura de uso de esos lugares, debido a una marcada polarización social y a una segregación socio-espacial. No hay nadie que piense a Santiago como ciudad, afirma.

El tema de los espacios públicos está ocupando cada día más la agenda de urbanistas, políticos y de la propia gente. Problemas y soluciones, para la consolidación urbana, que significan la creación de nuevos lugares  para que la gente use, disfrute y se reencuentre y que plantean un desafío importante del que nadie puede ausentarse. Todavía resta mucho por hacer, pero se avanza. El punto de partida, a lo menos, ya se puede mirar hacia atrás.

 
Revista Correo de la Innovación.
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MANOS UNIDAS EN PUENTE ALTO

Los vecinos de la Villa Los Industriales quieren a su barrio y lo demuestran cuidando las áreas verdes y de esparcimiento que ayudaron a diseñar. Ahora, dicen, les llueven las visitas.

Innovadores criterios se tuvieron en cuenta para el diseño y construcción del parque "Manos Unidas" de Puente Alto. Se consideró la futura mantención del lugar, la instalación de especies verdes nativas y apropiadas que no consumieran mucha agua y un alto grado de seguridad que no permitiera refugios verdes ocultos. Y lo más significativo, se fomentó la apropiación del espacio público por parte de los vecinos, haciendo un diseño participativo según sus necesidades.

Las primeras evaluaciones del proyecto, a tres meses de inaugurado (el 18 de junio pasado), fueron sintomáticas: sólo tres bancos de un total de 50 estaban rayados, el pasto seguía en buenas condiciones en un 70%, en el resto del parque permanecía sólo en condiciones regulares, y quizás, lo más importante, ha sido la positiva percepción de los vecinos que afirman recibir más visitas de familiares y amigos de otros barrios desde que se produjeron los cambios.

Ana Gruss, presidenta del comité de adelanto del parque, relata que antes del proyecto la comunidad vecinal era muy inactiva. Había sólo una junta de vecinos, de tan sólo dos personas, de la que Ana era la tesorera. 

"La ONG nos incentivó. Hasta ese entonces, la Municipalidad de Puente Alto no nos había visitado, salvo en operativos de salud muy puntuales y esporádicos. Soñábamos con una multicancha, una plaza de juegos infantiles, -no hay ninguna cerca - pero no teníamos muchas esperanzas de conseguirlas", explica la vecina. 
Contenta con "su parque", comenta que "cuesta un poco mantenerlo, pero firmamos un convenio con el alcalde para conseguir iluminación en los juegos y la mantención del parque. Ha costado mucho modificar la forma de pensar de la gente para que aprendan a cuidarlo. El entusiasmo de las personas de la Shell, que venían con sus familias a trabajar con nosotros, nos hizo cambiar la manera de pensar", dice. 

"Es un sueño cumplido. La mentalidad ha cambiado bastante, sobre todo de las mujeres, que cuidan el lugar y que se pelean con cualquiera que esté rompiendo algo. Cuesta un poco, pero esperamos lograrlo"

 

ENTRE EL BIEN Y EL "MALL"

Esa es la disyuntiva que trata de desmitificar Sergio León,  cuando se le consulta sobre el tema. Apasionado, explica que el mall, representado como el malo en este juego de palabras, puede convertirse en bien y ser un espacio público que suplante a los tradicionales parques, pasajes y plazas.

Un mall mal hecho, en general, niega la ciudad y plantea una dinámica negativa 
de no-espacios entre la casa y el centro de consumo. Pero si se planificaran, con lugares especiales para el reencuentro de la  gente que permitieran desarrollar 
actividades culturales, podrían convertirse en algo positivo.

En Osorno, por ejemplo, el mall está situado frente a la Plaza de Armas, por lo tanto, no genera un cambio en el volumen de las edificaciones en torno a la plaza. Es parte del diseño de las fachadas lindantes y, además, conecta al centro de la ciudad con las calles del entorno, a través de su interior. El mall del Centro en Santiago, es otro ejemplo con esas características. Esta permitiendo cruces que no estaban y que conviven con el concepto actual de comercio, explica..