ESPECIAL  
De costos a utilidades

Durante tres años, 25 industrias y 2 hospitales, incursionaron en un ámbito hasta entonces desconocido. Se atrevieron a introducir  cambios en su producción y dieron un salto cualitativo hacia la   prevención de la contaminación.

En 1993, en un contexto donde la crisis ambiental endurecía la normativa de control hacia los diversos agentes contaminantes, se inició en Chile la primera experiencia de Producción Limpia.

Los pioneros fueron 25 empresas y dos hospitales. Los gestores, el proyecto de Prevención de Contaminación Ambiental (Environmental Pollution Prevention Project), más conocido como EP3.

El EP3 es un programa global enfocado a la creación y apoyo de iniciativas sustentables de prevención de contaminación industrial en países en desarrollo, según lo señalan sus objetivos. Fue diseñado en Estados Unidos por la Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID), que contó con el apoyo de la Agencia de Protección del Ambiente (USEPA) y la Water Environment Federation (WEF). La experiencia se inició en ocho países: Indonesia, Túnez, Egipto, Perú, Bolivia, Ecuador, México, Paraguay y Chile.

Según explicó Denise Reculé, bióloga y consultora ambiental que participó en el programa EP3 chileno, se trató de una experiencia pionera. Como país no teníamos mucho conocimiento a nivel de gestión para la descontaminación. Se sabía que tendríamos que cumplir con ciertos parámetros establecidos por la normativa ambiental internacional, pero en ese entonces  aún no se exigían, señaló. Así, cuando el EP3 llegó a Chile, resultó ser algo tan desconocido como novedoso. Recién estábamos en el tema del control de la contaminación; no sabíamos de prevención ni menos de que ello podía significar ganancias, afirmó.

 El programa ofrecía a los industriales tres líneas de acción: realización de diagnósticos industriales para demostrar el costo-eficiencia de la prevención de la contaminación; capacitación a la propia industria, consultores privados, agencias de protección gubernamentales, organizaciones no gubernamentales (ONG) y universidades, y transferencia de tecnología a través de un centro de intercambio de información sobre técnicas de prevención de contaminación y sistemas de producción más limpios.

EP3 consideraba la asistencia de un experto norteamericano en prevención de contaminación y uno en el rubro industrial específico (curtiembre, químico, textil, etc), para realizar una auditoría ambiental. El industrial se debía comprometer a realizar y financiar los cambios que se le propondrían. Para ello, se hacía un cronograma, donde primero se realizaban los cambios más baratos y luego los más costosos, explicó Reculé. 

 

Las Ganancias de los Pioneros 

El EP3 se aplicó en 25 industrias y en dos hospitales, abarcando 7 rubros: curtiembres; procesamiento de alimentos/mataderos; químico, pinturas y reciclaje; textil; procesamiento de minerales; hospitales, e  imprentas. La experiencia duró tres años, período en el que se realizó la planificación y el desarrollo de los diagnósticos industriales. Dadas las circunstancias del país, no todos los participantes implementaron las sugerencias que se hicieron sobre la base de las auditorías ambientales. En el rubro curtiembre, por ejemplo, la implementación fue de un 48% promedio, entre 10% y 80%. Aquellas que implementaron más oportunidades de prevención obtuvieron mayores ahorros y, por lo tanto, mayores beneficios económicos.

Los resultados son elocuentes. Las cifras del balance que entregó el informe del EP3 chileno hablan de un ahorro anual permanente cercano a los US$ 2 millones, con una implementación en torno al 50% de las recomendaciones, como beneficio netamente económico.

En cuanto a alcances ambientales, redujeron el consumo de agua con un ahorro cercano a los 1,5 millones de metros cúbicos por año. También disminuyó el uso y emisiones de compuestos tóxicos como cromo, mercurio, cianuros, níquel, fenoles y otros; el de solventes y compuestos orgánicos volátiles; el consumo de energía; y se redujo la carga orgánica e inorgánica de efluentes (demanda bioquímica de oxígeno, grasas y aceites). Desde el punto de vista industrial, los resultados significaron optimización de procesos y uso de materias primas; disminución en la generación de residuos, ahorro en materias primas, en consumo de agua y en la disposición de los desechos. Al mismo tiempo, hubo reutilización de materiales, reciclaje y reducción de riesgos. 
La suma dio como resultado el cumplimiento de la normativa legal en el país, el aumento de la estabilidad y confiabilidad en los procesos, así como una notable mejoría en la competitividad de mercado. Todo ello, generando utilidades a partir de un problema.

 

US$4.500 per cápita


En enero del año 95, el programa EP3, con una nueva dirección, se hizo más público; se organizaron reuniones con las asociaciones empresariales y se comentaron y difundieron los primeros resultados. Con ello despertó el interés de los industriales, quienes fueron motivados por los resultados económicos y quisieron implementar el programa, explicó Reculé. 
Sin embargo, a poco andar, este arranque auspicioso recibió un golpe inesperado: Chile superó los  US$ 4.500 de ingreso per cápita y dejó de estar en la categoría de país subdesarrollado. Debido a ello, la Agencia para el Desarrollo Internacional cerró sus oficinas en Chile en septiembre de 1996, poniendo término abruptamente al programa.

Las evaluaciones realizadas por los responsables chilenos señalan que los objetivos perseguidos por el programa fueron alcanzados. Denise Reculé explicó que la experiencia fue un impulso importante, pero no se multiplicó a más industrias, porque se detuvo cuando comenzaba a expandirse.
En julio de este año, una comisión de la agencia evaluadora para el EP3 en Chile estuvo en el país. Quedaron gratamente sorprendidos porque, pese a que la implementación global no fue tan alta, muchos industriales continuaron haciendo prevención de la contaminación y los consultores siguen en el tema, sostuvo. 

 
Revista Correo de la Innovación.
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EL CASO DE LA CURTIEMBRE JORDEC

En la empresa comprendieron la ecuación de PL: usar tecnologías limpias permite optar a un mercado más amplio y competitivo. En 1993 obtuvieron uno de los premios otorgados por el EP3.

Cuando en 1974 se organizó el Cuarto Congreso Latinoamericano del Cuero en el Hotel Sheraton, por primera vez se abordaron los problemas ecológicos de la curtiembre. En ese entonces, hubo pocos interesados en el tema.

Hoy la situación es diferente. Se ha entendido la necesidad de producir limpio, no sólo por una conciencia ecológica sino también porque a largo plazo es más rentable y permite insertarse en el mercado en forma competitiva.

La labor de una curtiembre es básicamente transformar la piel de los animales en cueros, usando procesos químicos complejos que producen, principalmente en la fase de remojo y  pelambre, altos niveles de contaminación, por el uso de sulfuro de sodio, cal y aminas. La etapa final, el curtido, también presenta problemas de contaminación. Según las normas nacionales referidas al alcantarillado, se exige un máximo de cromo de 10 miligramos por litro.

En 1993, la curtiembre Jordec ganó uno de los Premios que otorga el Environmental Pollution Prevention Project (EP3), por la introducción de tecnología limpia en sus procesos.

Jorge de Camino, gerente general de la empresa, explicó que, a través de esta nueva forma de producción, ha bajado la cantidad de sulfuro de sodio en la fase del pelambre, de un 3% a un 1,4%. En cuanto al curtido, la utilización de productos químicos ha permitido que el cuero absorba casi el 97% del cromo, reduciendo al mínimo la cantidad que se tira a los alcantarillados. Por otra parte, el cromo ha optimizado la calidad del cuero, beneficiando al productor. 

El ruido y las emanaciones al aire han sido solucionados, en parte, usando lacas en base a aguas en vez de solventes y utilizando piñones de nylon para reducir el nivel de ruido.

Siguiendo con la idea de producir limpio, De Camino explicó que están prontos a abrir una nueva curtiembre en La Calera, que costará cerca de US$ 1,5 millones.