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Maldita Inercia

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Alejandro Hugo

Alejandro Hugo Díaz es Asesor de Octantis, Potenciadora de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez, en materias relativas a Emprendimiento Corporativo e Innovación.
Es Magister en Administración de Empresas (MBA) de la UAI.

Se ha desempeñado por más de 18 años como ejecutivo en cargos gerenciales en compañías multinacionales como Sonda, Digital Equipment Corporation (DEC), Ericsson y Telefónica Movistar.

Ha dirigido equipos de desarrollo estratégico en marketing y desarrollo de productos, además de proyectos de Innovación e Intra-Emprendimiento en todas las posiciones y empresas en las que ha trabajado.

Fundó y dirigio la primera incubadora de negocios corporativa "Movistar Innova", hito en Innovación y Emprendimiento Corporativo en América Latina, con el apoyo de Octantis y Corfo Innova.

Hace aproximadamente una semana se publicaron los resultados 2009-2010 de los dos índices más relevantes en materia de Innovación y Desarrollo: Global Competitiviness Index de The World Economic Forum, donde Chile quedó en el lugar 30 entre 139 países -el mismo lugar de la medición anterior-, y el Global Innovation Index, publicado por Insead, y en el que aparecemos ubicados en el lugar 42 entre 132 países, 3 lugares más abajo que en la versión precedente.

El reporte de Global Competitiviness Report para Chile es, en general, halagüeño, destacándolo sobre otros países latinoamericanos, como Puerto Rico (41), Costa Rica (56) e incluso Brasil (58).

Casi todos los parámetros medidos nos sitúan por sobre la media o en un lugar destacado: requerimientos básicos (37), eficiencias de los mercados de consumo y laborales (28 y 44 respectivamente), mercados financieros más sofisticados (41), estabilidad macroeconómica ejemplar (26), transparencia de las instituciones (28), etc.

Sin embargo, el tema de mayor cuidado es precisamente el que nos permitiría dar el paso definitivo para empezar a situarnos en la clase mundial: incrementar el potencial innovador en nuestro, hasta ahora, bastante activo y sofisticado sector de negocios.

La principal piedra de tope en esto sigue siendo la educación. Nuestro país tiene el lugar 121 sobre 139 en calidad de la educación primaria. El sistema educacional está 100 (123 en matemáticas y ciencias), y en innovación, 59 en la capacidad de nuestras empresas para obtener la tecnología, siendo la imitación o el licenciamiento la principal fuente para obtenerla. Así es, ni la investigación o el desarrollo de nuevos productos y procesos. Un pobre lugar 55 en la calidad de nuestras instituciones de investigación científica, 52 en el gasto de nuestras compañías en R&D y 39 en la colaboración entre universidades e industrias.

Lo más preocupante en nuestro índice de eficiencia es la innovación que mide la capacidad de convertir nuestros inputs de innovación en outputs de innovación. Apenas 109, demostrando nuestra bajísima capacidad de procesar inputs, es decir, nuestros apoyos institucionales a la innovación, nuestra capacidad humana (incluida nuestra mala calidad educacional), nuestra infraestructura y tecnologías de la información, nuestra sofisticación de mercado y negocios; todo eso no logra traducirse en outputs de innovación científica, creativa y de bienestar para la población.

El índice de eficiencia de la innovación con el que contamos nos deja con un promedio semejante al de la zona africana, impulsado en gran medida por nuestro bajo rendimiento en la generación de outputs de innovación.

Veo dos salidas a esta situación de maldita inercia, que nos tiene sin avanzar más decididamente hacia el desarrollo hace ya mucho tiempo: o mejoramos nuestra base de inputs de innovación, haciéndonos cargo de una vez por todas de nuestro malísimo rendimiento en educación; o mejoramos nuestra eficiencia en la generación de outputs de innovación con la base que tenemos. Esto significa hacernos cargo fundamentalmente de mejorar la distribución de la riqueza, ámbito en el que también mostramos ser uno de los peores países del mundo.

El camino ideal es hacerse cargo de ambos aspectos: educación y equidad, más creatividad. Parece una fórmula simple de apenas tres palabras, pero puestas de manera vertical se transforman en una barrera casi inexpugnable.

Pero soy optimista; no hay nada que la imaginación humana no sea capaz de derrotar, sobre todo si las barreras son construidas por los mismos que deben derribarlas.

Fecha : 
28 septiembre, 2010