La tragedia del 8 de diciembre que arrojó el saldo de 81 muertos en el incendio de la cárcel de San Miguel, nos presentó en imágenes una realidad que debería llevarnos a reflexionar, analizar, estudiar soluciones y adoptar decisiones en diferentes niveles para implementarlas con urgencia. Ellas abren espacio y exigen innovación desde la formulación de modernas políticas públicas hasta la concepción de tecnologías que solucionen procedimientos arcaicos.

Hasta ese día, todos respirábamos confianza, optimismo y nos sentíamos contentos al exhibir al mundo que pese a lo difícil de un año 2010, habíamos salido airosos. Nuestros avances como país son reales y se fundamentan en bases sólidas. No debemos caer en la tentación de concordar con aquellos agoreros que sin fundamento los presentan como casualidades o producto de hechos circunstanciales.

El país, su gente, el sector privado, políticos de ambas coaliciones, académicos, instituciones, legisladores, trabajadores y sector público ya por largo tiempo, venimos generando el cambio desde el Chile aletargado, dividido, enclaustrado entre la cordillera y el mar, monoproductor y sin capacidad para competir con países de la región. Exhibimos una democracia sólida, instituciones fuertes, cohesión social, un sector privado emprendedor y con responsabilidad social y un sector público laborioso que no está capturado por malas prácticas como en tantos países. Adicionalmente, nuestra economía es sólida y se ha proyectado con acuerdos que nos vinculan con el 85% de los principales mercados del mundo. En numerosos aspectos somos realmente modernos y desarrollados. Solo observemos entre muchos otros nuestras ciudades y carreteras, nuestro comercio y formas de pago, o nuestro moderno sistema de pensiones.

Sin embargo, la foto del 8 de diciembre nos mostró la otra cara de la medalla. Aquella que no hemos querido ver o nos negamos a ver. Tenemos carencias y problemas serios que perviven en nuestra sociedad, en nuestras normas y legislación, en la educación de nuestra población, en los niveles de modernidad de ciertas instituciones donde surgen asimetrías peligrosas.

Allí se encuentran a mi juicio los espacios para la innovación. A través de acciones creativas lograremos avanzar en todo aquello donde estamos rezagados. Por lo expuesto, mi aporte es hacer un llamado a los innovadores que busquen en nuestras carencias el ámbito de las materias donde aplicar sus capacidades y aportar innovando. Es una fórmula ya utilizada tanto a nivel de políticas públicas como asimismo en aspectos puntuales y de carácter técnico.

Fueron innovadores los que concibieron el moderno sistema de infraestructura en carreteras que cambió la conectividad y las comunicaciones terrestres en Chile; innovadora fue la incorporación del sector privado a la minería o el régimen de AFP concebido en Chile. Siguiendo en esta línea hay espacio para que igualmente la creatividad innovadora conciba una legislación moderna; con procedimientos, organizaciones y sistemas que enfrenten la delincuencia e incorporen la variable del tema carcelario con una visión moderna.

Desde esa perspectiva existen diferentes niveles que brindan espacios para la innovación tanto en las políticas públicas como hasta en ingenios tecnológicos. En primer lugar urge que políticos, sector público, privado y mundo del conocimiento demos vida a un ordenamiento legal que enfrente de manera integral el tema de seguridad, incluidos los sistemas de privación de libertad. Lo existente es arcaico y atenta contra los derechos humanos más básicos.

A otro nivel, creo que nuestros científicos y técnicos pueden encontrar respuestas para crear sistemas de alarmas diferentes a los que vimos. Es necesaria una fórmula de control eficiente de la población penal, evitando las rejas que se constituyen en verdaderas cajas fuertes; estoy cierto que innovadores chilenos podrán proponer a empresas, que se encarguen, por ejemplo, del apoyo logístico de las cárceles, sistemas de manejo de la alimentación, control del ingresos, y baños dignos. En fin, en esta materia, Chile se maneja con procedimientos muy similares a pobres estados que he conocido en África o en la región como Haití, lo cual es inaceptable.

Sintetizando. Para vencer las asimetrías que aún existen en Chile, la innovación y los innovadores deben encontrar un espacio privilegiado donde aplicar sus capacidades. De hacerlo, además del éxito en sus proyectos, tendrán la satisfacción de hacer viable nuestra aspiración de poder alcanzar la meta de país desarrollado. Lograrlo permitirá que evitemos repetir dramas como el vivido. Es urgente vencer los enclaves de subdesarrollo que aún persisten en Chile, lo que llama a innovar en toda área o campo donde distingamos que ellos se encuentran.