En reunión de comité del lunes, el Sr. Juan Pérez, coordinador de área, tiene una idea que considera brillante. La plantea ante su jefe y el equipo para ver qué opinan. Unos más, otros menos, están de acuerdo en trabajar en ella y, por ende, dedicarle tiempo y recursos. Juan Pérez queda a cargo de desarrollar el proyecto e informar como avanza.

Juan Pérez hace la pega, se informa, se conecta y piensa. Comparte con sus colegas y con gente de afuera de la organización las mejores prácticas, y articula una propuesta al comité. Cuando llega la semana siguiente, presenta sus avances. El equipo mira el proyecto y se da cuenta de que, en realidad, esto sería muy bueno si se apalanca con otras áreas que no están involucradas. También se decide que el proyecto debe ser escalable, pero a la vez atender a un nicho de personas, tanto interna como externamente. Además, debe funcionar en todos lados, siempre igual, pero ser customizable.

Juan Pérez propuso hacer una manzana y salió con el encargo de hacer un árbol de manzanas.

Pasan las semanas, pasan las reuniones, pasan los comités. La fecha de entrega del proyecto se atrasa porque en realidad el árbol ya no es suficiente. Ahora, es una plantación de manzanos que en realidad deben tener gusto a pomelos. El proyecto cambia, Juan Pérez siente que avanza, pero en realidad no lo hace. El proyecto se diluye, queda en presentaciones de los planes estratégicos a cinco años esperando un presupuesto millonario sujeto a aprobación del directorio.

Lo que inicialmente era una idea clara y precisa, pasó a ser una idea ambigua, un monstruo de mil cabezas que es la suma de todos los comentarios de todos los comités habidos y por haber. Juan Pérez cree que hizo bien la pega, pero la manzana nunca vio la luz, y para qué decir la plantación.

Lo que quiero rescatar, es que el espíritu que mueve a los "Juan Pérez" generalmente es la automotivación y las ganas de ser un aporte a la organización. Si entrampamos esas ganas en la arquitectura corporativa, tendremos a personas frustradas perdiendo el tiempo. Hacer bien la pega no implica tener una interminable lista de tareas que hacer. Hacer bien la pega implica saber elegir a qué decir que no.

En los proyectos de innovación lo anterior es crítico. Todos se sienten en el derecho de opinar y sumar su voz a lo que considerarían que debería hacerse. Por lo mismo, la presentación de un proyecto claro, con timings específicos, presupuestos acotados y un claro responsable son centrales en cualquier presentación.

Cuando nos toque presentar un proyecto, o bien cuando corresponda escuchar a alguien que nos lo presenta, tengamos siempre presente cuál es el objetivo de dicho proyecto. Si quiero una manzana verde, no me sirve una pera, ni una docena de manzanas, ni una manzana roja. Entendamos que parte de hacer bien el trabajo, es focalizar los esfuerzos y comunicar claramente el camino y los resultados, y para eso, nada mejor que ser lo más descriptivo posible: pongamos una foto de una manzana verde en la presentación para que todos la veamos y sepamos qué es lo que recibiremos al final del día.